Regresamos a clases, las vacaciones se me pasaron volando, entre consultas médicas y demás, se dieron cuenta que mi vista estaba cada día peor, por lo que necesitaría lentes nuevos.
(Tus lentes te hacen ver infantil)
Recordaba la frase al ver cada armazón en el aparador de la óptica, mis ojos recorrían cada estante hasta que vi unos, eran negros, estaban un poco grandes, pero así se estaban usando.
Salí de la óptica con nuevos lentes, y aunque extrañaba que fueran rosas y tuvieran figuritas estaba mejor así.
Me levanté temprano el primer día y opte por dejar de usar mi media colita de caballo, suponía que se vería mejor solo una, coloque mi listón negro y llegue a la escuela a tiempo.
Me dirigí a mí asiento detrás de ti y al verme, me miraste detenidamente, te acercaste a mí y me quitaste mis lentes, después los colocaste en su lugar y reíste.
–Me gusta cómo te ves así, esos lentes te quedan bien–
–Me gustaban más los otros– respondí yo
Reíste y fijaste tus ojos en mi pero un poco más serio
–No, me gustas más así–
Platicamos toda la mañana, reímos juntos, te conté varios secretos y tú confesaste algunas verdades, cuando escuchaba tu voz, me sentía segura y yo sabía que a ti te podría confesar cualquier cosa, y así tuve claro que si en ese momento, preguntabas mis sentimientos por ti, sabía que te diría la verdad sin rodeos...
Pero no lo preguntaste y no lo harías por ahora.