Amaba verte jugar fútbol, me gustaba poder observar tu rostro de concentración y en ocasiones de frustración cuando el juego no iba bien, me parecía especial poder mirarte tan de cerca y yo solía sentarme en un lugar que me permitiera tener una vista perfecta de ti, siempre te esforzabas para poder ganar y aunque nunca me gustó que pudieras lastimarte o caerte, yo siempre estaría ahí, así no notarás mis ojos clavados en ti.
Aunque a muchas chicas les parezca asqueroso, a mí me gustaba acercarme a ti después de que jugaras con tus amigos, así estuvieras muy sudado o tu rostro se hubiera tornado rojo, en realidad me agradaba, tus labios se sentían arder a causa del sol y amaba el calor que venía de ti, aunque pudiera quemar poco a poco mis sentidos.
Yo solía sentarme y tú recargabas la cabeza en mis piernas, nos mirábamos a los ojos y podías descifrar lo que yo podía llegar a pensar, amaba que me dieras pequeños besos en los labios, y adoraba todavía más que me abrazaras por la espalda.
Me gustaban todos los cortes de cabello que te hacía tu primo, aunque a veces no midiera bien y te dejara pequeños huecos en la cabeza, tu acostumbrabas decir que te veías horrible pero yo sabía que no te veías nada mal.
En ocasiones solía ser un poquito celosa, discúlpame, yo no lo hacía a propósito, realmente los celos son emociones demasiado normales y estoy segura que todos los hemos llegado a experimentar, además estoy más que segura que mi manera de celarte, más que preocuparte te daba risa, mis expresiones corporales me delataban y eran sumamente divertidas pues mi rostro hacia gestos bastante extraños.
Estaba sentada al lado de Valeria, María y Alejandra, tus amigos y tú reían fuertemente, cuando te levantaste poco seguro y te acercaste a mis amigas y a mí, para mí sorpresa sin mirarme besaste la mejilla de Valeria y de nuevo la abrazaste, en verdad si alguien hubiera podido capturar mi cara al ver eso, puedo asegurar que sería de lo más divertido posible, en ese momento mis pequeños y confusos celos tomaron un lugar fuerte en mi pecho, pero no dije nada.
Llegó el descanso y me abrazaste por la cintura, yo estaba un poco molesta todavía y quité tus manos de mi, pero tú eras más fuerte que yo, así que volviste a pegarme a ti.
Intentaste besarme, pero yo esquivaba tus besos alejando mi cara de tu peligrosa cercania.
– ¿No vas a besarme?– preguntaste
–No, suéltame – conteste lo más sería que pude
–¿Quieres que te suelte?– preguntaste serio, pero aún sujetándome fuerte
–Si– conteste
–¿Segura?– cuestionaste acercándote a mi oido, casi en un susurro pronunciaste las palabras y cuando el calor de tu aliento llegó a mi cuello, supe que no quería que me soltarás jamás.
Tomaste mi barbilla y tocaste mis labios, me besaste y yo te deje hacerlo una y otra vez.
Me explicaste que el beso en la mejilla a Valeria era una apuesta, para ver cómo me ponía, al parecer a Brandon a Villanueva y a Gael les gustaba verme sufrir.
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Me gustaba mucho ir al cine contigo, siempre me dejaste escoger la película y la veías feliz, así fuera de dibujos animados, ahora mismo podría nombrar cada una, sin excepción, pues están grabadas como los abrazos que me diste en cada sala de cine a la que fuimos.
Me gustaba recibir pequeños besos tuyos en los labios, a la luz de la pantalla, poder recargarme en tu pecho y perderme en el latido de tu corazón, dejar de escuchar la película para escuchar tu amor.
Te reías cuando yo me preocupaba por los personajes de los filmes, pues me llegaba a poner muy ansiosa, también detestabas que me tronara los dedos a causa de la ansiedad, pues decias que me estaba lastimando, me tomabas las manos para evitar que lo hiciera y solo así se calmaba mi impaciencia, la de mi terco corazón.
Solo tú lograbas hacerlo...