34.

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VIVIR

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→ A L E C ←


Por fin podía tomar el aire fresco de la ciudad, sentía que por un momento me asfixiaría allá adentro. Cerré los ojos con fuerza al saber en lo que estaba metido y no, claramente no tenía dudas de nada, solo me aterraba el hecho de tener que decirle a Emma que mi representante es mi exnovia. Sabía que lo entendería si se lo explicaba, pero no quería que las cosas se pusieran más incómodas entre Lauren y ella solo por ese detalle. Hablarle sobre Lauren a Emma era abrir los recuerdos sobre Nate, y tampoco quería eso.

Ver a Lauren después de muchos años justo en el departamento que ella dejó me hizo dar vueltas, pero no, sabía que no había necesidad de hacerlo porque bueno, ¿qué más daba? Ella había decidido irse. Las intenciones de ella no eran del todo buenas para mi relación. ¿Acaso le tomó casi seis años recuperar la pérdida de Nate? Yo no diré que no me lo creo porque sé que aun duele eso, pero vamos, sé que no deja de doler, solo me resigné.

Froté mi cara con frustración al verla.

—Alec —susurró mi nombre como si nada y eso me hizo verla tan duramente que carraspeó—. Alexander...

—Quería un momento a solas —dije. Giré mi rostro para no verla porque simplemente me agobiaba más su presencia—. Eso implica que no quiero a nadie aquí.

Pareció no importarle y se acercó un poco más.

—Quiero hablar contigo... yo... Supe que te vas a casar y quería felicitarte por eso y...

—Gracias —la corté—. Pero te he dicho muchas veces que no hay nada de qué hablar, Gabriella.

Un silencio se instaló y me aparté de mi lugar en el momento que una de sus manos se posó en mi hombro derecho.

—Por favor, hijo, yo solo quiero hablar contigo, déjame hacerlo y si después de eso no quieres verme...

—¿Quieres manipularme como lo hiciste con Audrey? ¿Con Gabriel? No tienes vergüenza alguna si pretender hacerlo, a ellos sí pudiste manipularlos porque nunca escucharon nada.

—No me entiendes, Alex.

—No me llames así, sabes que no te queda ya, Gabriella. Para ti soy Alexander, algo formal. No soy ni Alec, ni Alex y mucho menos Al, la única persona que me llamaba así era mi mamá. Tú no lo eres más desde que te fuiste a quién sabe dónde y con quién.

—¿Alguna vez me vas a escuchar? —preguntó, entonces la miré. Su aspecto seguía siendo muy igual, sin contar que ahora vestía diferente gracias al dinero de su nuevo esposo.

Me crucé de brazos y asentí.

—¿Qué le dijiste a tu nuevo esposo? ¿A tu nuevo hijo mimado? —Pregunté, con desdén.

—Logan no tiene la culpa y también es tu hermano.

—Sabes que nunca lo voy a ver como un hermano ¿verdad?

Ella cerró los ojos unos momentos. Desdoblé mis brazos y suspiré.

—No quiero herirte, Gabriella. Pero sabes que no quiero verte y no detendré mis palabras hasta que te marches, por lo menos de mi vida y la de mi novia. Tienes una nueva familia y lo que debiste hacer es no haber regresado a la que abandonaste.

Sueños rotos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora