24.

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TE ENCONTRÉ

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Sentí que mis ojos pesaban, mi garganta estaba seca y los músculos de mi cuerpo estaban relajados, a excepción de mi pierna que era un poco incómodo ahora. Poco a poco la sensación molesta de mis ojos desapareció también y pude abrirlos un poco lento gracias a la estúpida luz que hacía contraste con las paredes blancas.

El tacto de una mano contra la mía fue lo primero que me causó desconcierto, así que giré mi cabeza hacia allí, cabello oscuro es lo que vi, porque estaba recargado, durmiendo.

Muevo la mano para intentar moverlo.

Acaricio esas hebras de cabello negro y sonrío al tocarlas porque me hace sentir bien, sonrío porque es una escena diferente, es una escena que sin embargo me gusta.

Alec levanta su cabeza y abre los ojos un poco desorientado, lo primero que hace al verme es sonreír. Sus ojos marrones están brillando aun más, y entonces se restriega para poder incorporarse.

—Pensé que no despertarías —comentó, tomando de nuevo mi mano para dejar un beso cálido en ella. No sonrías como idiota, Emma—. Quise verte despertar, pero me salió al revés.

—Acabo de abrir los ojos —hablé, sentí mi voz algo rasposa por las horas que había estado inconsciente—. Pensé que todo sería diferente.

De seguro eso último no lo entendió del todo, era poco lo que él sabía del día del accidente, poco lo que sabía de mí al despertar. Ya no quisiera hablarle a Alec sobre mis sentimientos a mi novio muerto, temía que eso lo espantara, porque ¡vamos! ¿Quién en su sano juicio se quedaría al lado de una persona que ama a un fantasma? Yo entendía si él un día quería irse de mi lado, no podría juzgarlo por querer reparar su pasado también, Alec merecía salir adelante también, buscar su camino después de la muerte de Nathan.

—Te entiendo —Besó de nuevo mi mano, para usar una de las suyas y apartar el cabello de mi rostro—. Todos tenemos miedo de que las cosas que nos destrozaron se repitan, pero esta vez no va a suceder. Yo estoy aquí, existo aún y solo para ayudar a repararte, porque al hacerlo me reparo a mí también.

No sabía qué hacer, por un lado podía llorar, por el otro sonreír más tontamente posible. Pero también podría besarlo ahí mismo y dejar que todo fluyera, porque por más que quisiera jamás podría apartarlo de mi vida, se había metido en mi corazón muerto y lo acababa de revivir, reconstruyó piezas, encontró algunas y lo reparó.

Pero de todas las cosas por hacer, me incliné hasta estar a la altura de sus labios y no pensarlo ni dos segundos para besarlo.

Estaba pérdida, hundida en esos profundos ojos cafés que brillaban cada vez que me veían. No podía decir con certeza que este sentimiento por él era tan fuerte como el amor, pero sí estaba segura de sentir muchas cosas locas como el deseo, afecto, emoción y demasiado pero demasiado deseo. Me encantada, me maravillaba la forma en la que conectamos, pero también era un sentimiento que asustaba porque ya no quería alejarlo de mi vida a pesar de todo.

Sus labios comenzaron a moverse con los míos en un beso profundo, pero no era nada cómodo estar en una posición tan inclinada. Así que con mi mano libre la posé en su nuca y lo acerqué a mí para enderezar mi espalda y que él quedara casi sobre mí. Su mano libre se posó al otro lado de mi cuerpo para sostenerse mientras nuestros labios danzaban al compás de la manecilla del reloj, su mano soltó la mía y la movió justo donde quedaba la cicatriz de mi rostro.

Sueños rotos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora