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NO DEJARLO IR

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Con pesadez abrí los ojos, sentía que todo mi cuerpo pesaba demasiado y eso era tan fatal porque sabía por qué me encontraba en esta situación. Llevé una mano a mi frente con pereza y una sonrisa se me vino a los labios en cuanto recordé las cosas que sucedieron anoche al llegar a hotel. Sentí la sabana rozarse contra mi cintura y giré un poco para buscar a Alec, él seguía dormido boca abajo con el cabello revuelto y los labios entreabiertos. Pasé mi mano por su cabello e hice sus ondas hacia atrás,

—Buenos días —susurré. Una sonrisa ladina apareció y sus ojos poco a poco comenzaron a abrirse—. Hola, guapo.

—Buenos días, bonita.

Una de sus manos acarició mi mejilla y sonrió con pereza. Una de las cosas que los dos podíamos hacer era esto, tomarnos nuestro tiempo en las mañanas para poder vernos, tocarnos sin necesidad de buscar algo de sexo, simplemente nosotros dos compartiendo un bello momento en silencio que para mí era mágico. Todos los días que mi mente despertaba lo que quería saber era si él seguía a mi lado porque en serio era lo que me hacía levantarme en las mañanas. Tomé aire profundamente y sonreí.

—¿No te duele la cabeza o algo, Emma? —preguntó.

Hice una mueca. La verdad era que sí, porque yo no acostumbraba a beber alcohol, menos pensé hacerlo el día de ayer en la presentación, pero tener a Jacob era como tener a un pequeño demonio que está induciéndote a cosas malas.

—La verdad es que me siento un poco apenada por lo de anoche, yo no debí beber de más, era tu momento.

—No te preocupes, todo está bien. Me agradaste como una chica ebria. Además, te pones demasiado sexy cuando bebes... —Cubrí mi rostro con ambas manos y me reí.

Alec intentó quitarlas de mi rostro e hice todo lo que pude para que no fuera así y viera lo roja que estaba mi cara por la vergüenza. Me imaginada las cosas que dije y ¡cielo santo! No podía siquiera imaginare las caras que él puso cuando decía incoherencias.

—¡No quiero ni que me digas lo que dije o hice!

—No te preocupes, Emmie, solo te diré que tendrás que comprarme una camisa nueva y yo debo comprarte un vestido nuevo.

Abrí mis ojos con sorpresa y me fijé por toda la habitación para comprobar que, en efecto, tenía razón. Ni siquiera me imagino como pude haber estado solo para haber destrozado la camisa de Alec. Nunca habíamos llegado a tanto, pero me imagino que fue de los mejores eventos de mi vida porque a pesar de todo me sentía laxa y muy, pero muy relajada.

—Debió haberte gustado esa faceta mía ¿no?

En un rápido movimiento se puso sobre mí y no me impostó cómo estábamos, ni como despertamos, simplemente eso ya no importaba desde que vivíamos juntos. Sentí un bulto sobre mi vientre y cerré los ojos unos momentos para luego suspirar.

—¿Quieres repetir? Podemos hacerlo, antes de ir a ese patético desayuno que tengo el día de hoy con mi papá y Lauren.

La mención de esa mujer despertó una incomodidad insoportable en ese momento. No me gustaba que hablara de Lauren no solo por el hecho de tener alguna desconfianza sobre Alec, porque he de admitir que Lauren Callahan era malditamente hermosa y con una inteligencia impresionante porque gracias a ella mi novio había vendido toda la colección de pinturas en las que había trabajado todo el año. Pero había algo más en Lauren que me provocaba desconfianza, no lo sabía, pero su forma de mirarme y sus expresiones corporales a mi alrededor me provocaban escalofríos.

Sueños rotos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora