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VALIENTE Y FUERTE

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Ahí estaba yo, mirando las luces fluorescentes que me encandilaban más con el blanco techo junto a las blancas paredes del cuarto de hospital. Ya no lloraba porque no tenía caso hacerlo, solo me estaba preguntando el porqué, el porqué de las cosas que me sucedían solo a mí.

No era suficiente con haberme quitado todo a la edad de dieciocho años, no era suficiente con haberme arrebatado a mi novio. De haber quebrado mis sueños.

Se suponía que en poco tiempo una enfermera me llevaría a tomarme unas radiografías en la pierna para después pasarlas con el Traumatólogo, y determinar lo qué me estaba sucediendo. Por supuesto que me habían dado analgésicos para calmar mi dolor mientras todo lo demás era diagnosticado, por supuesto que las malditas agujas no podían faltar, ahora estaba un poco calmada gracias a una inyección.

Cerré los ojos con fuerza, reprimiendo las ganas de llorar, en ese momento entró alguien a la habitación y los abrí.

—Miré a tus padres en la sala de espera y me imaginé que se trataba de ti.

—No te has equivocado por lo que ves.

—¿Qué sucedió ahora, Emma? —preguntó Gabriel frunciendo el ceño.

—La rodilla derecha. Escuché mencionar a la enfermera que lo más seguro fue una falla en la reconstrucción del ligamiento de la rodilla, ya sabes...

Asintió.

—Puede que hayan quedado mal colocados, en ese tiempo tu ligamiento estaba muy dañado y casi fue una reconstrucción total, por ende ahora estás sufriendo de secuelas, no soy Traumatólogo pero sé de ello, y creo que lo más probable es que tengas que volver al quirófano.

Mi labio inferior comenzó a temblar con fuerza cuando mencionó eso, no quería ser victima del bisturí de nuevo. Terminé llorando como pequeña niña asustada, no quería volver a estar dentro de un quirófano, me dolería mucho de nuevo. Además, estaba la boda de él con mi prima el sábado...

—Y si eso sucede... me voy a perder tu boda —dije, limpiando mis lágrimas mientras él se acercaba a mí y se sentaba en el borde de la cama.

—Emma, todo saldrá bien, si quieres puedo hablarlo con ella y...

—¡No! ¡Faltan dos días! No pienses siquiera en esa tontería de nuevo, si yo soy ingresada al quirófano, ten por seguro que estaré a su lado de alguna manera.

Él sonrió y puso su mano sobre la mía dándole un leve apretón.

—Lo sé. Todo estará bien, Em. No dudes sobre que algo malo vaya a suceder, es una cirugía pequeña, si lo deseas no podrías necesitar anestesia general, solo la local.

—No quisiera pensar en cirugías antes de tiempo —refuté.

Gabriel palmeó mi mano y se levantó de su lugar. Miró la hora en su reloj y se acercó para darme un abrazo.

—No pasará nada malo dado el caso, te lo aseguro. No tengas miedo paciente favorita —Sonreí, recordando todas las veces que aquel chico en residencia me llamaba así porque fui su primer caso en la especialidad—. Recuerda que siempre te tendré un gran afecto, Em. Mi hermano también te lo tiene ¿no es así?

Ni siquiera me moví cuando eso salió de sus labios. Gabriel rompió el abrazo y me observó con una sonrisa socarrona, entonces cuando ni siquiera hablé, elevó una ceja.

Sueños rotos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora