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Phoenix, Arizona. Dos años después.


Miraba con ternura el pequeño cuerpo que con pequeños pasos algo inseguros, llegaba hasta mí. Era algo difícil de llevar, pero me gustaba ver que ella me sonriera y me dijera «Tía» solo como ella solía hacerlo. Eran de las pocas palabras de salían de la boca de Lilia, mi pequeña sobrina de un año y medio de edad.

—Ven aquí, pequitas —le dije en modo infantil mientras ella aplaudía llegando. Le gustaba sentirse consentida en mis brazos, o ya sea en los de mamá. Ella decía que siempre que Lili venía era porque sería un día para consentir.

—¡Tía! —exclamó mostrándome sus pequeños dientes en una sonrisa.

—¿Pero cómo está la bella pecosa de papá? —En ese momento me incliné para darle besos por todas sus regordetas mejillas llenas de pecas, ésas que había heredado de la familia Wise, la familia de mamá.

—Anda, Lili, dile que por más que haya yo querido, no dormiste tu siesta —entró mi hermano mayor por la puerta de la cocina con una amplia sonrisa también—. Cada día es más difícil que duerma.

Me reí de él y bajé la mirada de nuevo hacia mi pequeña sobrina que sonreía y trataba de subir sobre mi regazo.

—No me traiciones, Lilia Eddison —dijo mamá llegando a ella y tomándola por sorpresa, provocando que la niña soltara un chillido—. Mi pequeña y hermosa nieta. Dale un beso a tu abuela.

Lili se inclinó hacia ella y solo frunció los labios, pretendiendo haberle dado un beso a mamá. A veces mi madre se volvía un poco loca con ella en brazos, solía consentirla todo el tiempo y solo se dedicaba con fervor a la pequeña. Pero no decía nada, solo me reía todo el tiempo de lo que podía llegar a hacer por esa pequeña.

A veces sentía que mamá cumplía con más, sentía que mamá trataba de llenar un vacío en Lili, y eso era entendible, todos habíamos sido un apoyo para Dave, mi hermano, porque no contaba con la idea de ser padre soltero. Lamentablemente la mamá de Lili murió a los pocos minutos de haberla dado a luz, eso partió el corazón de mi hermano y sí, yo entendía su dolor, sabía que debía estar ahí para él porque en menos de lo que se podía imaginar él estaría cambiando pañales a una niña que añoraría el amor y calor de su madre.

Ahí es donde entraba la familia, mamá intentaba no usurpar el papel de mamá para la pequeña, pero cada vez que teníamos una conversación en privado me confesaba que no podía evitar ser así con ella. Que le dolía ver que Dave se cerrara a la idea del amor y que no siguiera su camino, pero sabíamos que eso ya no era tarea nuestra, sino de Josette, una chica que él conoció hace unos años que, sabíamos, él y ella estuvieron liados en algo. Aunque ella todavía estuviera alrededor, le era difícil entrar a sus sentimientos.

Sueños rotos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora