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SOLEDAD

***


Bar Harbor, Maine. Seis meses después.


Recorté unas flores del pequeño jardín que había improvisado en el balcón de mi pequeña casa, y las olí recordando las flores del gran jardín de mi madre. Sonreí de medio lado porque en serio la imaginé haciendo lo mismo que yo estaba haciendo en estos momentos. La mañana era cálida y sentía como mi corazón latía con fuerza cuando todas las mañanas revisaba el correo que le había dejado a Josette con el temor de encontrarme con la noticia. Esa que estaba temiendo que llegara desde el día que llegué a Bar Harbor.

Mi papá... Él aun seguía con vida, y eso me daba las fuerzas para poder continuar con la mía y con la pequeña vida que estaba en ese pequeño moisés. Dormía tranquilamente, ese pequeño bebé de casi dos meses me daba la suficiente fuerza para continuar con mi vida, era tan indefenso y lleno de vida por delante que cuando nació me daba demasiado miedo cargarla. Sobre todo porque no fue en el momento correcto cuando nació, yo apenas estaba en mi semana treinta y uno cuando sucedió, me faltaba demasiado tiempo para completar mi embarazo y sentí demasiado miedo porque me encontraba yo sola en esa sala de partos. Fue demasiado difícil, me llené de miedos y temores de que mi bebé se me fuera de las manos también. Era demasiado injusto que hasta mi pequeña niña sufriera por mi culpa, era mucho el resentimiento contra mí misma porque no fui capaz de ni siquiera cuidarla dentro de mi vientre.

Ahora, una pequeña de casi dos meses sana estaba inundando mi pequeña casa de alegría.

—Quiero que sepas que la señora Davinson está demasiado molesta contigo porque no fuiste a su fiesta de cumpleaños.

Giré hacia donde estaba Linda, la señora de tercera edad que era mi vecina. Cuando llegué a esta casa ella se comportó a la altura, desde entonces no ha sido capaz de dejarme sola, a veces tiene cosas que hacer pero cuando tiene tiempo libre viene conmigo y con la pequeña.

—Intenté hacerlo, pero no me sentía con demasiados ánimos. Hace unos días me enteré que el hijo de mi hermano nació, lo nombraron Daniel Adler, lleva el nombre de mi padre.

La cara de la señora Linda cambió totalmente, y la comprensión llegó.

—No entiendo por qué sigues lejos de tu familia, anhelas estar ahí, Emmaline.

—Pero es doloroso, no quiero ver cómo se va deteriorando la vida de mi padre. Espero que mi familia lo entienda y pueda perdonarme eso cuando regrese.

—Lo que yo en realidad pienso es que no estás lista para verlo.

—No quiero verlo morir, Linda.

—No me refiero a tu padre, Emmaline, me refiero al padre de tu hija. Tu esposo. Hace mucho tiempo que intento hacerte hablar acerca de él pero siempre invades ese tema, es como si quisieras enterrarlo.

Arrugué el entrecejo porque ella había dado en el blanco. Desde que llegué a Maine intenté no pensar mucho en Alec, pero fue imposible no hacerlo, desde que nació la bebé fue imposible no hacerlo. Ver a la pequeña niña de cabello oscuro y rebelde, como el de él, con sus pequeños ojos marrones, y tan brillantes como los de él. Era una replica exacta de Alec. Todo lo de nuestra hija me recordaba a él; su sonrisa, sus palabras, los años juntos y todas aquellas miradas que nos dábamos antes de dormir o hacer el amor.

No había tenido conexión con él para nada, ni siquiera sabía de la existencia de nuestra hija aún porque sabía que lo primero que él haría sería buscarme por todos lados hasta dar conmigo. Ya tenía mis días contados antes de que él comenzara a hacerlo, la fecha que me habían programado para mi parto sería en unas semanas y definitivamente es ahí cuando debería estar lista para decirle que nuestra hija ya había nacido.

Sueños rotos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora