Dos pares de ojos se levantaron a verme. Unos de mujer, del color de la cerveza. Los otros, azul zafiro, del hombre qué estaba sentado delante del escritorio. Qué tal vez en pocos minutos se convirtiera en mi nuevo jefe. La chica, qué parecía muy joven, estaba inclinada hacia el supuesto señor Jiménez, enseñándole unos documentos o algo en su computadora. Aunque su pronunciado escote estaba invitando a otra cosa. Elegantemente vestida, con el cabello rojizo, cayéndole en los hombros y parte del pecho. Su acompañante no parecía reparar en sus pronunciados atributos, quizás hechos a base de dietas y mucho ejercicio... o cirugías.
Me quedé allí de pie, como una morsa boba, sin saber si entrar y entablar una conversación profesional, para la que no estaba lista ni tenía conocimiento, o fingir qué me había equivocado de habitación, de empleo y de casa, y salir huyendo de allí sin mirar atrás.
Mi cerebro tuvo una opinión diferente, y muy vergonzosa.
— ¡Aloha!—grité, abriendo los brazos, sonriendo como una demente.
Desde mi adolescencia, me gustaban las películas infantiles, y una de ellas era Lilo y Stitch. La de ese reconocido animalito azul qué inspiraba la misma ternura qué el rottweiler de mi vecina la señora Privett. O sea ninguna. Esa película y hasta la serie me obsesionaron, hasta el punto de tener el bello peluche azul en el cuarto, en casa de Carolina, y saberme los diálogos en inglés y en español, de memoria. Incluido el típico saludo Hawaiano.
La señorita "Miss pechugas 2010" me miró asqueada, como si yo fuera un bicho en el limpiaparabrisas de su coche. Se acomodó por segunda vez - desde que yo había llegado - sus pechos, del tamaño de sandías deformes. Y miró a su acompañante.
— ¿Y esta quien es, Charlie?—él la ignoró por completo, más pendiente de su computadora, y los papeles qué se imprimían a un lado.
Cosió los documentos, anotó algo y se los entregó.
—Hasta luego, Vicky, y gracias por su interés—tomó unas carpetas.
—Pero jefe...—habló casi en un gemido lastimero, y dándole vueltas a un mechón de cabello, coqueteándole.
Que regaladas eran algunas.
—Gracias y adiós. De ahora en adelante, cualquier información que necesite darme, espere a qué yo llegue a la empresa. Si es urgente, mande un correo—la mujer se dio por vencida en su intento de qué le prestaran atención y caminó a la salida como si aquí no hubiese pasado nada.
Suerte para la próxima, queridaaaa. Casi escuché la voz de mi amiga, en mi oído, recitando esas palabras de modo cantarín.
— ¿Señorita?—seguí con la mirada, por donde iba la chica—Señorita Jenks—pegué un brinco ante el casi grito—no tengo todo el día para esperar hasta qué usted se decida si quiere seguir el camino de esa chica, o ser más sensata de lo que aparenta. Si en serio desea este empleo, haga el favor de pasar y cerrar la puerta—casi tambaleándome, entré del todo en la oficina, cerrando detrás de mí y alisando el uniforme—Puedo preguntarle además, ¿qué hace con esa ropa? ¿Acaso es una especie de burla?—abrí la boca.
Debería ser yo la qué pregunte... ¿Es una broma?
—Eh... creí qué había dicho a Magda...—
—Magdalena no tiene órdenes de nada en este momento—me interrumpió—ese uniforme, utilícelo solo en momentos de trabajo. Este no es uno de ellos—negó con la cabeza—empezamos mal—retorcí mis dedos.
Oh, genial.
—Usted le dijo a su ama de llaves qué deseaba recibirme con el uniforme puesto. Por eso me lo puse—
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MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFE
RomanceMarian es una mujer de 28 años que desesperada consigue empleo como asistente de servicio en la mansión Jiménez, donde su jefe es un hombre agrio y de mal temperamento agente de negocios que perdió la chispa de la alegría luego de que su esposa muri...