CAPITULO 48:

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—Se va, ¿de veritas, de veritas?—moví la cabeza, asintiendo y bajando las escalas con ella.

—De veritas, de veritas. Así que no tienes de que preocuparte—le acomodé los cabellos—no intentará hacer que un auto te lastime—se rió.

—Eso es bueno. Pero si me gustaría que la atropellara a ella. Sería una tortilla sirviente—negué.

—Desear la muerte de los demás no está bien. Ya te lo he dicho. Así que mejor pide disculpas a Dios en tus oraciones de la noche—nos detuvimos en la primera escala de subida, viendo a todos los sirvientes reunidos para despedir a la "leal ama de llaves". Nótese el sarcasmo.

—Eso no dirías si fuera la comparación entre tu vida y la de un sapito—me aleteó las pestañas, sonriendo radiante.

Tratar de convencerme por ese lado, es jugar sucio.

—Además, creo que hasta Dios me lo agradecería por enviar a esa pobre y desquiciada alma al infierno—susurró.

Malvada.

Le di un tirón a su blusa del uniforme para que se quedara callada.

—Te vamos a extrañar, Maggy—la abrazaron Geneva y Maurice—Eras la más especial y leal—la pequeña se pegó a mis piernas.

Uy sí. Julieta podía dar fe de esa lealtad.

—Y yo a ustedes. Pero no se angustien. Nos volveremos a ver. Una amistad y compañía de tanto tiempo no se acaba tan fácil—nos miró.

—A ambas tambien las voy a extrañar—se acercó.

La abracé, fingiendo cortesía. Por dentro deseaba cortarle la lengua.

—No entiendo porque te vas—protesté.

—Problemillas, querida. Algunas personas no saben callarse la boca—asentí en silencio.

Si claro. ¿Por qué no era sincera y contaba porque la habían despedido realmente?

Así Charles me dijera que fue porque no cumplió con su trabajo, no le creía ni poquito. Sabía que él, tanto como yo, temía por lo que pudiera hacerle a Julieta esa mujer.

Se acercó a despedirse de ella y aunque la abrazó muy tensa, Julieta no le dijo nada. Magdalena sí. La sujetó de los hombros un momento y le dijo algo al oído que yo no alcancé a captar. Cuando la pequeña volvió a donde mí, aferró mi mano como si deseara dejarme sin sangre. La rodeé con un brazo en silencio.

Estaba aterrada.

—Es todo—se organizó la ropa—nos veremos otro día. Gracias—Roberto le ayudó a sacar sus cosas. Y cuando el taxi se la llevó, todos volvieron a sus tareas, dejándonos a la nena y a mí, solas.

— ¿Qué te dijo?—me arrodillé frente a ella.

—Que me quería. Y que cuidara de papá—

¿En serio?

— ¿De verdad?—

Esperaba una nota de muerte o predicción de venganza si ella hablaba.

—Tambien me dijo que tuviese cuidado contigo—alcé las cejas.

— ¿Tu conmigo? Que tenga cuidado ella conmigo, porque la voy a volver tortilla si se acerca a ti—me puse de pie—vamos. Es tarde. ¿O quieres despedirte de tu padre?—negó.

—Está ocupado. Luego hablaré con el—

Le acomodé el bolso en los hombros.

— ¿Te cuento un secreto?—la miré—ayer fue la primera vez en que Wendy y sus secuaces no se me acercaron—

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora