Derecha – izquierda – escaleras.
¿O era pasillo?
Le di vueltas y más vueltas al mapa, buscando ubicar la biblioteca. Era lo único que me faltaba por limpiar, antes de organizarme y recoger a Julieta de la cárcel de menores, alias escuela. Aunque ganas de dejarla allí hasta que se hiciera huesitos, no me faltaban.
Magdalena era buena con las direcciones para ubicarme, pero pésima — y ahora me daba cuenta — en dibujos.
No comprendía si las rayas que hizo en sus planos, eran escalas, o las baldosas de ajedrez que tenía uno de los pisos de la mansión. Gruñí, dándole golpes al mapa en la rodilla, para organizarlo, con el plumero bajo el brazo y algunos mechones saliendo del recogido hecho con una pinza para cabello.
—Coopera conmigo, Mapi. O tú acabarás en la basura—lo señalé, haciéndole una mueca.
Después de mi incidente con el dios de los hombres sexys pero amargados, almorcé en el jardín trasero con Magdalena. O lo que casi significó eso, porque solo me reprendió a diestra y siniestra. Y cuando creía que no la escuchaba, me daba en la mano con una revista, haciendo que el arroz se derramara en la mesa y volara por todas partes.
¿Así quien comía?
FLASHBACK:
—Más te vale que me estés escuchando. El señor no tiene mucha paciencia y necesitas este trabajo, como el, mantener su casa limpia—
—Creo que cosas más importantes como su nariz, necesitan limpieza—
Y era muy cierto. Se lo vi mientras me reprendía con su metro noventa y yo chiquita con mi metro sesenta y tres. Sus fosas nasales quedaban a mi altura. Tonto destino.
— ¡Marian! Te estoy hablando en serio. Afuera, puede que acepten que seas loca y con una lengua viperina, pero el señor no—suspiré.
—Sí. Ya sé que su paciencia es del tamaño de un maní. Es más. Debería comerme ese maní y acabar con su mal genio—cuando me llevaba otra cucharada a la boca, me dio otro golpe.
Más arroces volaron.
Conseguí librarme de más reprimendas, porque Leann me llamó para decirme que el uniforme de la señorita Julieta, y algunas de sus mudas de ropa, ya estaban listas para llevar al cuarto. Me puse de pie, le pedí disculpas a mi amiga y corrí, llevando los platos a cocina para recoger la ropa.
FIN DEL FLASHBACK
Miré hacia los pasillos, intentando decidir si me regresaba y empezaba de cero, o continuaba siguiendo mi sexto sentido. El sentido de la bruta pérdida en una mansión, con el Grinchi merodeando cerca, porque tiene la memoria tan retrasada como la de un pollo, como para recordar las indicaciones del ama de llaves.
Avancé más, apretando el mapa en una mano y sintiendo la furia comenzar a nacer en mí. Era increíble que me perdiera en una casa, como si fuera una cría de seis años en un parque de diversiones. Eso teniendo en cuenta que la cría sería Julieta, y ella en lugar de angustiarse como yo, le pediría diez dólares a toda persona que viera cerca de ella antes de que la encontraran. Tal vez debería hacer yo lo mismo.
— ¿Ahora además de asaltar la privacidad de otros, busca un tesoro en mi mansión? ¿O busca con ese mapa su inteligencia?—puse los ojos en blanco, haciendo una mueca aburrida, al escuchar esa voz a mis espaldas.
¿Qué acaso se había convertido en mi sombra, que me perseguía a donde yo fuese?
Me di la vuelta, sonriéndole de forma irónica.
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MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFE
Lãng mạnMarian es una mujer de 28 años que desesperada consigue empleo como asistente de servicio en la mansión Jiménez, donde su jefe es un hombre agrio y de mal temperamento agente de negocios que perdió la chispa de la alegría luego de que su esposa muri...