CAPITULO 6:

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"Meeeep, meeeep, meeeep, meeeep"

Vale puerca vida de las patatas de mi abuela fallecida.

Entre dormida y despierta, le pegué a la mesa, buscando el teléfono, donde sonaba la alarma, sin atinar ni una vez. Gruñí, sentándome y presionando la pantalla, para que el ruidito de gallina desplumada dejara de sonar.

—Empieza un nuevo día—apreté el crucifijo que tenía en mi cuello—vamos por mas—

Corrí cortinas y abrí ventanas, dejando que el frío aire de la mañana, entrara al cuarto. Un sol más dormilón que yo, comenzaba a clarear el firmamento. Otra puerta se abrió.

—Buenos días, niña Marian—sonreí, mirando a la señora Carlotta, salir al balcón como yo, enfundada en una bata larga de dormir, y con su cabello gris en una trenza, cayéndole por la espalda.

No como el mío.

— ¿Cómo le va, señora Carlotta?—me lo recogí, sintiendo vergüenza de que me viera parecida a un león recién levantado, con su melena desordenada.

—Bastante bien. Dando gracias a Dios por este nuevo día. Cada uno de ellos es una bendición. ¿No le parece?—

—Lo es. Y un reto tambien—se apoyó en el costado del muro, más cercano a mí.

—Sí. La vida está llena de ellos. Y que aburrida sería, si no—miró el paisaje—a empezar labor se dijo. Nos vemos en breve—se alejó rengueando, al interior.

Entré yo tambien a mi cuarto, bostezando y tomando la toalla para ducharme.

A enfrentarme a esa fastidiosa bendición llamada Julieta. ¿O debería llamarla maldición?



—Buenos días—me ajusté la moña, entrando al comedor.

—Serían más buenos, si te fueras—Julieta revolvió los huevos.

Y empezamos.

—Julieta—la reprendió su padre.

Pues ya comenzaba a acostumbrarme. De hecho esta mañana nada más organizarme, fui al cuarto de ella, para bañarla, y que sorpresa me encontré cuando vi que ya lo estaba, sentada en su tocador, tratando de hacerse dos coletas. Una más torcida que la otra.


FLASHBACK:

—Vaya. Tal parece que mi llegada, te puso ordenada y diligente—compuso una cara molesta.

—Nop. Simplemente no quiero que me toques—gruñó, cuando el cabello se le enredó.

Por remilgada.

—Ni que tuviera lepra—me acerqué— ¿me permites?—me pegó en la mano, alejándome.

—Noooo. Fuchi—

Ella trató de desarmar la colita derecha, que estaba poco templada, y se le volvió un enredo. Tomé un mechoncito. Un único pelo, y lo enrollé en mi dedo, tirando. Se lo arranqué macabra y ella gritó.

Sígueme diciendo fuchi.

—Ahhhhhhh. Tonta—me reí, agachándome, hasta dejar mi cabeza a la altura de la suya.

—Ahora. ¿Quieres que te peine yo? ¿O te desenredo el cabello, arrancando mechón por mechón?—su mirada podría haber congelado el infierno.

La hija de Satán.

—Siii nooo haaaay de otraaaa—rodó los ojos.

Cuando apenas levantaba las manos, comenzó a gritar.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora