CAPÍTULO 36:

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— ¿Segura, segura de que ella va a quedarse a dormir?—la miré, vigilar desde la puerta.

—Ya te dije cuatro veces, que si—puso los ojos en blanco—antes apresúrate. Ella está haciendo su teatrito de las sandías debajo de su blusa—

Me reí y sin querer le tiré spray a las sabanas. Me tapé la boca, tratando de limpiar con un pedazo de papel que había en la mesita de noche.

—Es asquerosa—

—Algún día, tú querrás una pareja, así como tu padre tiene a Alicia. Y no pensarás lo mismo. Créeme—

Cerré el tarro de mascarilla nocturna, que sabía, Alicia usaba para dormir, en tooooda la cara. Ya le había adicionado el poquito del spray de depilación. Faltaba el frasco de shampoo. Lo abrí.

—Son las nueve. Va a tomar su copa de vino, tienes exactamente diez minutos—asentí, destapando también el frasco del spray—en serio eres más macabra que yo. Vas a dejarla calva y eso que tiene cabello lindo—levanté mis hombros.

—Ella se metió conmigo. Podré haber quedado en una cama enclaustrada casi por un mes, pero yo le voy a fastidiar más su existencia—comencé a vaciar el líquido.

Miré hacia donde ella estaba, con los deditos en la boca y mirando para todos lados. Cuando volvió a verme, abrió los ojos.

— ¡Marian!—señaló el frasco.

Le había echado todo el contenido sin querer. El contenedor del depilador estaba vacío. Lo sabía porque el color del líquido era azul, y ahora no había nada allí. Me cubrí la boca.

—Ay. Ahora si va a ser peor. ¿Si le echabas todo el frasco significa que se quedará sin piel y se le verá el cerebro?—negué.

—Seguirá teniendo el mismo efecto—

—Te espero en el cuarto, cielo—ella gritó, entrando.

— ¡Se adelantó!—agité el frasco del shampoo para revolver ambos y le entregué el pote de crema y la botella de shampoo.

Corrió fuera del cuarto, llevándolos. Escondí el spray, cuando la bruja se asomó.

—A estas alturas creí que ya estarías muerta—se carcajeó.

—Y yo, que el vino con laxante te tendría en el baño—se cubrió la boca, tocándose el estómago—es broma—me carcajeé—no seas tan crédula, además no puedo moverme—achinó los ojos y terminó de entrar.

—No te convendría meterte conmigo, querida—sonreí.

—Ni a ti conmigo, Pembroke... Oh, ya lo hiciste. Bueno, la advertencia no sirve—le señalé la cabeza—y yo que tú me daba un baño, se te nota la grasa en el cabello por encima—se lo tocó y al final sacó pecho, muy derecha.

—Es la moda hoy en día, además no puedes decir nada si tienes el tuyo peor—me agitó la mano—descansa, el próximo mes, será tu pie derecho el que sufra que tú te cruces en mi camino—

Y esta noche será tu cabello el que sufra las consecuencias. O tal vez mañana.

—Tu igual. Mientras puedas—le sonreí.

Cuando se retiró, le hice muecas a la pared, y me estiré en la cama, para apagar las luces y encender la lámpara de noche. Julieta la necesitaba para dormir.

Desde mi caída, no deseaba dormir en su cuarto. Se trajo sus cosas y dormía a mi lado. Su presencia en las noches me daba paz. Sentir su cuerpecito pequeño y cálido junto al mío, con su cabeza en mi hombro y aferrando mí mano, dormida, me tranquilizaba. Y luego despertar abrazándome y un besito en mi mejilla.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora