CAPITULO 5:

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Al llegar a casa, con el mini monstruo de las cavernas, Jiménez — luego de una larga caminata en subida, las doce cuadras que no conté cuando esa mañana la acompañé a la escuela — Roberto cara de muerto nos esperaba, con su teléfono listo para grabar mi arribo.

—Olvídalo Robi—bufó Julieta—esta vez no me llevó en brazos, para hacerle la misma de la mañana. Pero yo te aviso la próxima vez—miré de uno a otro.

¿Qué estaba pasando aquí?

—Un momento. ¿Qué significa eso? ¿Los dos se confabularon para lo que pasó esta mañana?—Julieta avanzó lejos y el mayordomo se encaminó a su puesto de vigilancia—Roberto. ¿Tú lo planeaste?—

—No diré nada que la niña Julieta use en mi contra—seguí a mi nuevo trabajo, mientras subía por las escaleras, con su mochila al hombro.

Todos con la mocosa.

—Espera, niña. ¿Tus tareas que? ¿Ya las hiciste? ¿Tienes alguna que adelantar?—me detuve cerca del barandal, mirándola, seria.

— ¿Qué te importa?—se dio la vuelta.

Porque tú lo pediste.

—Come torta—la encaré.

—Con tu abuela la gordotaaaa—me sacó la lengua al final.

Y se la sabía.

—Ven aquí ahora mismo, Julieta—comencé a subir—voy a contar hasta cinco, y pobre de ti si no vienes al terminar—

—Si me atrapas—caminó hasta su cuarto.

Cuando conseguía llegar hasta ella, me cerró la puerta en la cara. Golpeé varias veces, y luché con el pestillo. No sirvió de nada.

Me iba a dejar calva esta niña, con el estrés.

—Vas a sacarme canas, niña. Abre esa puerta ahora mismo—esperé, con las manos en mi cintura—tengo estrictas ordenes de tu padre, de cuidar de ti y que cumplas con tus materias de forma diligente. Así que abre y enséñame esos apuntes—abrió, asomando la cabeza.

Al fin.

—No hablo con pitufinas feas—me arrojó la falda de su uniforme en la cara y cuando yo conseguí quitármela, ya estaba la puerta nuevamente cerrada.

—No pienso pagarle, para haraganear con la ropa de mi hija sobre la cara—me organicé el cabello, viendo a mi jefe acercarse.

Lo que faltaba.

—Dígale eso a su hija—frunció el ceño.

— ¿Disculpe?—acortó las distancias, tomando en sus manos el uniforme.

—Julieta no quiere abrir la puerta. Usted la ha malcriado todos estos años. No obedece a lo que se le pide—Charles tocó la puerta del cuarto.

—Vete, loca—el apretó la mandíbula.

—Julieta Clarissa Jiménez. Has el favor de abrir la puerta en este momento—lo miré, con los ojos bien abiertos ante el segundo nombre de la niña.

Nada más escuchar la voz de su padre, el pestillo cedió y la puerta se abrió levemente.

—Sal ahora mismo—la niña, como un angelito, salió de su escondite, con las manos al frente, ya cambiada, con un vestido blanco.

Así te quería ver.

—Señor—él se cruzó de brazos.

— ¿Porque no has obedecido a lo que tu nueva niñera te ha pedido?—levantó los ojos y me miró solo un segundo, antes de hacer pucheros.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora