CAPÍTULO 32:

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Miré una vez más a la sala, con el lápiz en alto, y cerrando los ojos, cuando voló uno de los jarrones y se partió en pedazos.

—Para empezar, ella no debería haber ido. Solo tienes dinero, porque cerebro no. ¿Quién lleva a la sirvienta a una fiesta, para qué finja ser lo que no es? Y lo qué hiciste se llama suplantación. Antes da las gracias qué la querida Fontaine no te demandó, por lo que tú y esa mugrosa, hicieron—

— ¿Ah sí? recuérdame entonces la próxima vez, enviarle a Francia, un collar de perlas y una botella de tequila en agradecimiento. ¿O debo pensar en qué debo darte a ti por la sugerencia? Esto no habría pasado, si mantuvieras la boca cerrada—Julieta me puso la mano en el brazo.

—Son más importantes los números y cifras, qué la vida de las cucarachas con cabello rubio y patas de gallina—

¿En serio? ¿Consideras más divertidas las matemáticas?

—Se dice pies, Julieta. No patas—ella sonrió.

—No hablaba de sus piernas—se tapó los lados de la boca para qué lo qué fuera a decir, solo lo entendiera yo—hablo de sus arrugas—susurró

Reí.

—Eres malvada. Y estás en lo cierto. Pero no patas de gallina—susurré igual—patas de cuervo. Y sus piernas son ancas de rana—se tapó la boca, ocultando una risita—pero sean lo que sean, sabes que tiene algo de razón en lo que dice. Si no me hubiese metido en esto, no habría quedado mal, ni se habrían enterado que mentía—ella negó, mirando a la sala y tomando luego su cuaderno.

Comenzó a escribir algo, con la punta de la lengua afuera, y apretando el lápiz. Unos minutos después me la entregó. Leí lo qué ponía en solo dos renglones.

"Tú no tuvizte la culpa. Siempre fuisté buena"

—Tuviste, ¿con zeta? Y fuiste, ¿con tilde en la e?—me sonrió.

—No me llevo bien con la ortografía—tomó de su refresco de fresa.

Ya me di cuenta.

— ¿Entonces como hiciste con el poema del recital?—miró al suelo— ¿cariño?—

—Marcia me ayudó. El poema es mío, pero la ortografía es suya—levanté los ojos al techo—no te preocupes, voy a prestarle el libro a Marcia cuando yo lo termine—di un brinco cuando otro jarrón quebrándose, resonó en la sala.

—Ha hecho pedazos más jarrones qué yo—le susurré.

Estuvo de acuerdo conmigo. Se dio la vuelta en su silla.

— ¡¡Oye bruta!!—Le gritó—Los jarrones no caen de los árboles. Ve a quebrar los de tu casa—Alicia, qué en ese momento señalaba a Charles, dándole un nuevo insulto, se detuvo y caminó hasta nosotras.

Oh, oh.

— ¿Cómo me llamaste?—Charles caminó hasta ella para detenerla.

Cuando quiso pegarle a la niña, por su forma grosera de hablarle, ella sólo tomó su refresco y bebió un trago.

—Te llamé por la boca. ¿O es qué eres sorda?—y le tiró todo el jugo encima.

Me tapé la cara, cuando Julieta comenzó a reír.

—Ups. Se me resbaló—

Charles cerró los ojos con impaciencia.

—Julieta, ve a tu habitación—

—Pero si ella es la grosera. Nadie excepto yo te puede gritar a ti—el señaló el segundo piso—pues Marian se va conmigo—tomó sus cosas y se bajó de la mesa, llamándome con la mano.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora