CAPITULO 10:

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— ¿Se puede saber, ahora que fue?—no lo solté, señalando la puerta.

Algo terriblemente malo.

—Ñi... mi e titi—ni podía decir nada coherente.

Hasta patética debía verme.

En mi cuarto se escucharon el croar de los sapitos y a mi casi me da un infarto.

— ¿Un sapo?—trató de ponerse de pie y no lo dejé—señorita Jenks, cálmese—consiguió soltarse y ponerse de pie, ayudándome después a mí— ¿todo esto por un sapo?—

—No es uno. Son tres—jadeé, el frunció el ceño.

— ¿Tres? ¿Y de dónde?—me temblaban las piernas como si fueran de gelatina.

Adivina.

—Su hija Julieta—se cruzó de brazos.

— ¿Porque habría de ser ella?—

—Me contó que estaban jugando en biología con ellos, a abrirles el estómago. Se salvaron curiosamente tres. Los mismos que están ahí—

—Pero no le harán nada—retrocedí asustada, él puso los ojos en blanco—bien. Voy a sacarlos, si eso la tranquiliza. Pero al terminar, usted volverá al cuarto—asentí.

Lo vi entrar a mi cuarto y tardarse mucho rato.

Esa niña iba a escucharme. Pobrecita de ella mañana. Le iba a poner el señor castigo. Se iba a acordar de mi cada día de su vida. Yo solo queriendo ser su amiga. Algo más que su niñera, toda recta y estricta. Pero me vio la cara de imbécil. Y no más. Ya había tenido suficiente.

Lo vi salir otra vez, con algo entre sus manos.

—Los otros dos están encerrados en frascos. No pueden hacerle nada. Pero no tenía un tercero para este, así que tendrá que esperar—lo agarraba con firmeza y solo veía a ese ser repugnante con esos ojos girando y las patas babosas—ya no le harán nada—caminó cerca de mí—pero mire que bonitoooo—me lo acercó a la cara. Yo grité, pegándome a la pared—solo es un sapito—lo volvió a acercar.

Antes de pensarlo, le di una bofetada en la cara.

— ¡Aleje eso de mí!—le grité. Y con el golpe... el sapo se salió de sus manos cayendo en mi cabeza— ¡¡MAMÁÁÁÁAÁÁÁÁ!!—Grité como una loca—quítemelo, quítemelo—los demás salieron de sus habitaciones, asustados por mis gritos.

Julieta apareció por una de las puertas, con los ojos muy abiertos, y nada más verme, tirándose en el piso a reírse a las carcajadas. Sentí el flash de una cámara en los ojos. Eché a correr fuera de las habitaciones, intentando quitarme ese animal de encima. Mi jefe me siguió.

—Señorita Jenks, espere—me sacudí como si bailara un mapalé—si se detiene es más fácil que le ayude—

—Fuchi—protesté, más asustada que esa niña del vídeo, cuando le ponen una vacuna. ¿La recuerdan? Pues ella se quedaba en pañales a como me sentía yo— ¡Quítenme esta cosa!—

—Señorita Jenks, deténgase—escuché su voz detrás de mí, algo asfixiada por perseguirme a paso rápido— ¡Marian!—tropecé y rodé escaleras abajo.

Afortunadamente no más de cinco. Caí boca arriba al suelo. Lo vi al bajar corriendo las escaleras, y el sapo dando saltos, pasarme por encima del estómago y seguir de largo.

—La vida me odia. ¿Verdad?—lo miré desde mi posición, poniendo cara de póquer

Todos los del servicio, y Julieta, nos observaban desde arriba. El extendió las manos, ayudándome a poner de pie.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora