CAPÍTULO 35:

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Tomé el teléfono, entrando a los contactos y pinchando en la foto de mi jefe. Mirando al horizonte como si fuese un intelectual. Con el atardecer de fondo y sus lentes puestos. Lo señalé.

—Solo eres belleza física—gruñí—solo eres eso gran hijo del Satán

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—Solo eres belleza física—gruñí—solo eres eso gran hijo del Satán. ¿Soy un parásito para ti? ¿Más que esa mujer que tienes por prometida?—sonreí malvada—pues ahora te aguantas, grandísimo imbécil. Porque no moveré ni un solo dedo por ti. Ahora seré yo la que mande—di un salto, soltando el teléfono, cuando este vibró en mis manos, timbrando con un mensaje.

Caro: Voy subiendo las escalas. ¡Por Dios! Dime que ese hombre de traje y mirada del demonio, es el adonis Charles.

No le respondí y esperé hasta que llegara. Entró como un torbellino al cuarto y cerró la puerta, mirándome con la boca cubierta.

—Válgame el cielo. ¿Es el?—asentí, haciendo mala cara—es mejor en persona que en las fotografías. Y su coloniaaaaaa—dejé el teléfono en la mesita.

Esa maldita colonia siempre.

—Olvídalo. Es un asco de persona—dejó caer los hombros y vino a sentarse en un sofá a mi lado.

— ¿Por qué?—miré una bolsa que traía, con cosas del supermercado.

—Primero muestra que traes ahí—suspiró.

—No debería, pero...—me la entregó.

Adentro, había un frasco de helado, marca Ben&Jerry sabor chocolate. Sonreí sacándolo. ¿Debajo? Dos barras de granola y una grande de chocolate.

—Por eso te quiero—saqué las dos cucharillas que venían con el helado y le pasé una, destapándolo—siéntate a mi lado te cuento porque lo odio—le hice espacio en la cama.

Durante los diez minutos siguientes, le hablé de la historia con el collar, el haberlo encontrado yo, como Alicia nos espió, luego el robo y ahora el porqué de estar en una cama. Ambas íbamos comiendo del pote de helado.

—Es una perra. Digna mujer adinerada—me crucé de brazos.

Alicia me valía. ¿Qué hay de Charles? Insúltalo. Quiero odiarlo.

— ¿Y el que? Ella no me importa. Me duele es que el me llamase parásito—le extendí el vaso.

—Querida, no me sorprende. Así son todos. La insulto a ella, porque de no haberse puesto de ambiciosa y envidiosa, no habría robado el collar, tú no hubieses deseado acusarla, y no estarías en cama veintiún días. Pero el tambien es un gusano. Si no deseaba cargar contigo y tener que pagarte sin que hagas nada, ¿para qué descuidó a su prometida?—se dio golpecitos en el labio con la cuchara— ¿sabes qué? Nos vamos—la miré, cuando se puso de pie.

— ¿Qué?—

—No haces nada, solo estar acostada. No te quieren aquí así. Sobras. Vámonos el tiempo que dure tu incapacidad. Estarás mejor conmigo, veremos pelis, charlamos, me ayudas con las invitaciones—miré a otro lado con una mueca.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora