CAPITULO 11:

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Solo pasaron cinco minutos de entrar en mi cuarto, cuando tuve a Magdalena delante de la puerta.

— ¿Qué tal fue la charl...?—me vio buscar la poca ropa, y meterla en mi bolso— ¿Qué hace?—doblé unos jeans y los metí con furia.

Coser.

— ¿Qué crees que hago?—jadeó, y entró a la habitación.

— ¿Se va? ¿Por qué?—removí un mechón de mi cara.

Porque me aburrí.

—Que alguien más se aguante a su jefe. Y a Julieta. Yo no. Esa niña me ha sacado más canas que ver un novelón árabe. Y Charles... es un...—gruñí, tirando un suéter al interior de la bolsa—una cosa es obedecer una orden. Las humillaciones son diferentes. Y yo no las voy a aguantar—ella suspiró de forma audible.

— ¿Se te subió el Jenks? ¿Te pusiste de mal humor?—asentí.

Sí. ¿Y qué?

—Tuve que hacerlo. Solo decía que su niña esto, que su niña aquello, que no rompía un plato, y que era mi obligación acatar toda orden que me diera. Quiso mostrarme cual era mi lugar. Como si no lo supiera ya. Mañana en la mañana me voy. No aguanto ni un día más—

—Justo cuando la señorita Julieta comenzaba a acoplarse a usted. Qué pena—la miré.

— ¿Acoplarse? Julieta no soporta a nadie a su alrededor. Soporta a su padre porque no le queda de otra. Pero a mi... Ha hecho todo lo que se le ha ocurrido para sacarme de aquí. Y tambien lo consiguió. Al final resulta cierto cuando dicen que de una u otra forma, los ricos siempre obtienen todo lo que quieren, sin levantar ni un dedo—

—Creo... creo que usted todavía no entiende a la niña. Hay cosas que...—cerré el bolso con furia.

No empieces tu tambien.

—Y no creo que llegue a entenderlo—no dijo nada durante el rato que yo entré al cuartito de baño, buscando mis cremas limpiadoras y mi cepillo de dientes.

— ¿Hay algo que entonces pueda hacer por usted?—

—Sí. No se deje humillar. No porque tenga dinero es superior a usted. Lo que a él le falta en valores, a usted le sobra. Y dígales lo mismo a los demás—

Su visita tampoco duró mucho. Me abrazó, me deseó las buenas noches y se retiró a su cuarto.

Como supuestamente el señor, pondría a dormir a su hija, me cambié para irme a dormir temprano. Me puse unos leggins, un suéter gris y unas medias hasta la rodilla, que era la única ropa que no había empacado, además de la que me pondría mañana. El uniforme estaba pulcramente doblado en un mueble, limpio y listo para que alguna nueva asistenta que llegara, lo usara sin problemas. Me cepillé los dientes, desarmé la cama y me deshice la cola de caballo, desenredándome el cabello, sin tener en cuenta las cien cepilladas para el pelo brillante, como aseguraban los cánones de belleza. El problema era que aún no tenía sueño.

¿En qué aprovechas tu última noche en tu lugar de trabajo, cuando no quieres irte a dormir porque son las nueve de la noche?

Al instante lo supe.

Tomé de uno de los armarios el móvil de Julieta, y aunque me sentí un poco mal por violar la intimidad de esa diablilla, que me había puesto el genio al techo, la curiosidad era mayor por saber que tanto era lo que custodiaba allí, y porque hasta su padre la dejaba tomarlo todo el tiempo que quisiera.

No tuve que buscar claves, para mirarlo. Bastó con arrastrar el candadito de un lado a otro. Me recosté en la cama, mientras veía aparecer frente a mí, una foto de Susana, con una bebita en brazos, y una sonrisa amorosa en los labios y en el brillo de los ojos. Supe con solo verla durante dos minutos, que esa niña era Julieta recién nacida. Le apretaba el dedo a su madre con el puñito, como si le pidiera en silencio que nunca se apartara de su lado. Busqué y vi que no tenía ni chats, ni juegos. Solo los registros de llamadas y la galería. En esta última, había cientos y cientos de fotos. De ella, de su padre, de los tres, pero más que nada de su madre. Había tambien un único vídeo. Lo reproduje, luego de tomar mis auriculares de la mesita de noche.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora