CAPÍTULO 22:

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Me retorcí las manos, esperando frente a la puerta, y escuchando los pasos livianos acercarse. El frío de la mañana me hacía tiritar un poco a pesar de la chaqueta que llevaba puesta. Estábamos en comienzos de primavera pero aun así se sentía un poco de hielo. Y justamente a esta hora de la mañana, las temperaturas estaban bajas.

Habían transcurrido tres días desde que mi jefe se marchó a la ciudad de Buenos Aires para ultimar unos negocios. Desde entonces, la casa estaba llena de calma. Los del servicio caminaban a sus anchas por la mansión, cumpliendo con sus labores sin tantas presiones. Se reían, bromeaban y hasta no ponían demasiado empeño en cumplir con los horarios. Julieta y yo continuábamos saliendo a menudo y cada día me pedía que la recogiera del colegio en autobús.

No volvió a avergonzarme. Incluso en cierta ocasión quiso cederle su asiento a una mujer con su bebé. Yo la dejé que se sentara en mi puesto, mientras la mujer y su bodoque rechonchito se sentaban en la ventana. La pequeña estuvo encantada de hacerle muecas y cariños al bebé, hasta que se mareó y le vomitó el cabello. Ya no estuvo tan feliz, ni deseó que le cediéramos el puesto a ninguna mujer con su hijo. Si eso pasaba, prefería ir de pie que al lado de los vomitones en potencia. Nunca me reí tanto como ese día, como cuando la ayudé a ducharse para quitar el mal olor, y ella casi se vomita también.


FLASHBACK:

— ¿Cómo vas a hacer entonces, cuando seas niña grande y tengas bebés?—le sonreí, y ella negó.

—No voy a tenerlos. Adoptaré perritos y gatitos y será mejor—se sentó en el hueco de mis piernas, encima de la cama, para peinarle el cabello húmedo.

— ¿Y qué haces con tu muñeca Anny? Ella tambien se enferma y sufre de vómitos—negó, con su princesa sentada frente a ella, mientras le hacía trencitas también.

—Ella no los tiene porque no come. Solo se enferma poniéndose triste porque yo me voy a estudiar. No quiero niños llorones—la miré, sonriéndole con cariño.

—Okey. Como digas—

Ya después cambiaría de parecer.

FIN DEL FLASHBACK


El día de hoy, luego de llevarla al colegio y ver que no tenía quien me vigilara y me diera órdenes de regresar a una hora específica, decidí que le debía una visita a mi amiga. Hacía muchísimo tiempo que no hablábamos, ni sabía cómo estaba. En el nuevo teléfono me salían a mí, muchas llamadas perdidas y mensajes de ella. ¿Pero sabía manejarlo lo suficiente como para llamarla? No. El día que le respondí a Charles, fue por puro milagro.

Aunque amaba los IPhone, era una completa ñoña en manejarlos.

— ¡Tesoooooro!—levanté la cabeza y sonreí, estirando mis brazos para abrazar a mi mejor amiga.

Luego de tanto tiempo sin verla, me sentí reconfortada con su perfume a vainilla y acondicionador de macadamia para el cabello, penetrando mis fosas nasales, mientras repartía sus besos de abuela en mis mejillas. Se apartó para verme.

—Como he extrañado saber de ti. Me he sentido como si me faltara un brazo o una pierna. ¿Dónde te has metido todos estos días? Y no respondes mis mensajes ni llamadas—lo saqué del bolso.

— ¿Celu nuevo?—levantó las cejas.

— ¡¿Tienes un IPhone?! Que Sorpresaaaaaa. ¿Quieres contarle a tu querida amiga favorita, quien te lo dio?—hice una mueca.

—Eres mi única amiga, Caro—se rió.

—Sí. Eso también. ¿Pero cómo lo conseguiste? No me digas que recibes una paga excesivamente alta—moví la cabeza en un gesto vago.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora