CAPÍTULO 25:

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— ¿Lo que me cuentas es cierto?—preguntó la maestra.

— ¿Mentiría sobre algo así? Yo no peleo con nadie, maestra. Pero mis compañeras me molestan todos los días. Si las otras veces he perdido exámenes y materias, es por culpa de ellas—la vi fruncir el ceño.

He aquí las respuestas a las dudas de Charles, de porque a su hija le iba tan mal en el colegio. No era por causal de las demás asistentas que cuidaron de ella en el pasado. Ni por el tampoco. Aunque una mínima parte si era por su descuido. Eran estas lagartas las que lastimaban a mi pequeña.

— ¿Ellas?—

—Wendy, Paula y Yenny. Son un combito de tres mocosas insufribles—la profesora Michelson me miró.

— ¿Las conoce?—

Lastimosamente.

— ¿Qué si las conozco? Intenté tomar cartas en el asunto por mi propia mano, dándoles un sustito. Al parecer no les duró mucho—

—Y yo me vengué de Wendy echándole pegante en el cabello—su maestra la miró con los ojos bien abiertos.

—Entonces esa fue su forma de vengarse por el pegante. Escribir la nota y enviármela, haciéndose pasar por ti, pero no contaba con qué yo te avisaría. No por mucho tiempo se quedarán sin tener su castigo, será mi turno de tomar cartas en el asunto. ¿Entonces no tienes que ver en el mensaje?—ella negó.

— ¿Porque querría salirme? Papá jamás me daría el libro que quiero. Participar en el festival, es la única forma de ganarlo—la profesora le sonrió.

—De acuerdo—arrugó el papel—entonces vamos a olvidarnos de que pensé que habías sido tú. Quiero que me cuentes qué te hacen esas niñas. Todo. Y si hay testigos mucho mejor—

—Marcia es testigo, porque a ella le hacen lo mismo—le acaricié el cabello.

¿Cómo se atrevían? Eso se llamaba bullying. No tenían derecho.

Durante los siguientes cuarenta minutos, Julieta nos contó cómo empezó todo. Lo que le decían, las cosas que le hacían y cómo a pesar de ella contárselo a la maestra de artes, no hicieron nada por ayudarla. Solo una advertencia para las tres. Ahí comenzaron las amenazas. Le robaban el refrigerio, tiraban sus apuntes a los retretes de los baños de niños. Y como no podía entrar a ellos por miedo a que la pillaran, se atrasaba en las materias. Se reían de ella por leer y escribir, y a menudo le robaban los poemas, leyéndolos en voz alta y riéndose de ella.

Sentí rabia y deseos de acabar con todos esos niños que se burlaban por lo que ella hacía. No era estúpido escribir o leer.

La profesora Yuliana Michelson, grabó sus palabras para tener un comprobante y adjuntó varias notas, para hablar con los profesores de grupo y el director del colegio. La intención era que se tomaran cartas en el asunto y se castigara a esas niñas por lo que hacían. Nos mandó salir de la oficina y que Julieta fuese a su clase. Ella se encargaría del resto.

—Dile a Marcia que me busque aquí. Que quiero hablar con ella—

Julieta asintió y se puso de pie, tomándome la mano.

—Muchas gracias, profesora—

—No es nada. Gracias a las dos por venir—salimos de la oficina, Julieta andando a pasitos cortos y mirando el suelo.

—Va a ir bien. Lo sabes, ¿no?—no dijo nada y solo movió la cabeza.

Cuando llegamos a su salón, me arrodillé frente a ella. La puerta estaba cerrada y se escuchaba la voz de una mujer mayor, hablar sobre la célula.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora