CAPITULO 34:

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— ¡Mariaaaaan!—Vi a Julieta bajar de un salto de la mesa, y correr hacia mí, al mismo tiempo que Magdalena y mi jefe.

Alicia se escondió lejos de las escaleras, pero no tan rápido para que Julieta no la viera. Frunció el ceño.

— ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?—me toqué la cabeza, sintiendo que me palpitaba.

No había un solo hueso en el cuerpo que no me doliera.

—Creo que si—gemí, sentándome y frotándome el costado izquierdo.

— ¿Qué te duele?—Charles se inclinó a mi lado, para tratar de ponerme en pie.

—Solo la cabeza un poco y las costillas, pero creo que puedo ponerme de pie—mi cuerpo me indicó lo contrario cuando apoyé el pie izquierdo en el suelo—no, no. Espera. Siéntame, siéntame—volví a estar en el piso, tocándome el tobillo.

Demonios. Dolía demasiado cuando lo apoyaba.

—Creo que me esguincé el tobillo—Julieta se tapó la boca.

— ¡No puede ser!—la miré, asintiendo— ¿Qué es eso?—si no doliera tanto hasta me habría reído.

—Una especie de torcedura—

— ¿Vas a morir? ¿Vas a quedarte en silla de ruedas? ¿Te tienen que cortar la patita?—me reí y sentí como si me dieran un puño en el lado izquierdo.

Al parecer tambien tenía un golpe fuerte en las costillas.

—El pie, Julieta. No pata—la corrigió su padre—y no. Ninguna de las tres va a pasar. Solo es necesario ir al hospital—miró su reloj—Magdalena, necesito que por favor lleves a Julieta al colegio, llevaré a Marian a la clínica para que la valore un médico—

—En realidad estoy bien, creo que ahora si puedo caminar—trataron de ponerme de pie nuevamente, pero no podía apoyar el pie, y por descargar el peso en el otro, me desestabilicé—au, au. No. Espera, espera. Aborta misión. Siéntenme, siéntenme—esta vez no fueron tan suaves y me dolió el trasero—la próxima vez pongan un cojín debajo—me quejé.

—Julieta, ve a cepillar tus dientes y terminar de organizarte—ella asintió pero no se movió de donde estaba. Me miró a mí—rodéame el cuello con los brazos—

No inventes, querido.

—No—soltó un bufido

—Marian, rodéame el cuello, te voy a llevar hasta la mesa para que te sientes mientras nos vamos—negué— ¿o prefieres que te deje aquí sentada?—moví la cabeza de forma rápida hacia arriba y abajo—sigue soñando—me rodeó la espalda con una mano y metió la otra entre mis piernas alzándome.

— ¡Noooo! Espera, no. No lo hagas, bájame—tuve que aferrarme de su cuello si no quería volver a caerme—Charles, bájame. Estoy bien, no es necesario—tuve a Julieta a mi lado cuando ya el me sentaba en una de las sillas.

Me tapó la boca con cinta.

—Deja de gritar. Parece que te estuvieran ahorcando—me la quité.

— ¡Julieta!—sonrió.

—Hola, Marian—

Cuando Charles tomó mi pierna para quitarme el zapato y subirlo en una silla, grité del dolor. Julieta volvió a taparme la boca y se quedó detrás de mí, sujetando la cinta en su sitio.

—Sigue papi—me solté.

—Suave. Me duele. ¿No podrías ser más dulce?—gruñí, apretando la mandíbula.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora