Esa misma noche, luego de organizar la mesa, con Magdalena, el señor me mandó retirar. Debía esperar a Julieta en su cuarto, para ayudarla a organizarse. No parecía muy feliz, y vi en su rostro las señales inequívocas de que había llorado. Quizás cuando me pidió que me fuera de su oficina.
Alicia me observó con recelo, bebiendo de su copa de vino, mientras mi jefe me daba las indicaciones para cuidar de su hija. Al parecer ambos saldrían. Charles y la cucaracha con flow.
Pedí permiso entonces, y me retiré para cenar en el salón, con Carlotta y Leann. Charlamos sobre la rápida recuperación de Roberto y bromeamos un poco del accidente con la señorita Pembroke, alias "la polvorosa". Maurice le había puesto ese sobrenombre, porque según él, parecía una cucaracha que se ha caído en un costal de harina de una boulangerie. Una panadería, en francés. Yo la llamaría más fácil la cucaracha de la marca Cucaracci. Semejante a Gucci pero en personas con tan poco estilo como Alicia.
Ahora estaba haciéndome una trenza ya en pijama, mientras Julieta peinaba su muñeca Anastasia, para dormir. Le puso el nombre en alusión a la princesa rusa.
— ¿Sabías que para mí también son asquerosas las verduras?—levantó la vista.
—No. Porque no pedí tu opinión—le besó el cabello dorado a su zarina.
Ignoré su respuesta grosera.
—Cuando era niña, encontré bajo la mesa, un hueco lo bastante grande como para esconder una producción de tomatitos cherry. Me puse tan feliz, que desde ese momento, metí allí todos los vegetales que mi madre me daba en las comidas. Desde brócoli, zanahorias, guisantes, maíz y tomates. Eso mientras ella se paraba a buscar la pimienta y la sal para su comida. El problema resultó, cuando se sintió, semanas más tarde, un olor a algo podrido y ella pilló mi escondite de verduras. Las que había metido allí a lo largo de los días o semanas. No lo recuerdo bien—me reí, alisando el mechoncito que quedaba al final de la trenza, luego de sujetarla con un resorte de cabello—el castigo fue monumental. No me hizo tragarme todo eso que encontró, que casi llenaba un plato, porque ya estaba más que podrido, lleno de moscas y era antihigiénico. Podía enfermarme. Pero si me obligó a comer el peso de eso en vegetales, todos los días—ella bajó del tocador, de un saltito.
—Eso explica porque pareces sin cerebro. ¿No piensas lo mismo, Anny?—movió la cabeza de la muñeca, de forma afirmativa.
Le contaba algo de mi vida, me destapaba con ella. ¿Y así respondía? Fingí que no me fastidiaba su respuesta.
—Sí. Podría ser—concordé yo.
— ¿A qué hora dijo papá que volvería?—solté una risita.
—No te dice a ti que eres su hija, ya va a olvidar las diferencias de estrato social y decírmelo a mí—la arropé cuando se me metió en la cama.
—No tengo sueño—bostezó—no quiero dormir—reí más.
—No. Que va—ella asintió.
—En serio. No tengo sueño—apretó a la muñeca contra ella.
— ¿Quieres que te lea algo entonces?—negó.
Al menos lo intenté.
—No me gusta que me lean. Siempre son las mismas historias. No importa cuántas veces digan "había una vez" siempre el final es un "vivieron felices para siempre"—pensé.
— ¿Por qué no creas las tuyas propias?—miró las sábanas.
—Anny y yo no sabemos hacerlo—tuve una idea.
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MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFE
RomanceMarian es una mujer de 28 años que desesperada consigue empleo como asistente de servicio en la mansión Jiménez, donde su jefe es un hombre agrio y de mal temperamento agente de negocios que perdió la chispa de la alegría luego de que su esposa muri...