CAPITULO 45:

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— ¿Está bien cubierta?—

—Lo está—miré a Julieta, con su cabecita apoyada en mis piernas y recostada en el asiento trasero— ¿falta algo?—el negó, ayudándome a acomodarme el suéter—bien. ¿Y la señora impuntual?—me hizo una mueca molesta antes de levantarse y mirar a la mansión.

— ¡Alicia, muéveteeeee!—puse los ojos en blanco mientras ella venía en tacones, limando sus uñas—sigo preguntándome porque quiere venir—gruñó, cerrando mi puerta y subiendo al auto en el puesto del piloto.

—Créeme. Yo me pregunto lo mismo—me observó por el retrovisor—y sin comentarios, por favor—Alicia abrió la puerta para entrar.

—Entonces apresúrate, Julieta tiene mucho dolor—

—No sé para qué tanto alboroto por un dolor de estómago—el sirirí calvo, me observó desde el asiento delantero— ¿no podías simplemente darle una pastilla o una de esas bebidas raras?—siguió limando su uña, mientras Charles arrancaba.

Preferiría darte una a ti. Pero de cianuro.

—Esto no es cualquier dolor. Es apendicitis—bufó.

—Eso le pasa por no ponerse tapones en los oídos para entrar a piscina—

Bruta. Alguien que me hiciera el favor de tirarle una enciclopedia médica, en la cabeza.

—Apendicitis, Alicia. No otitis—Julieta hizo una especie de balbuceo. La miré— ¿Qué pasa, cariño?—se tocaba la pancita, con los ojitos algo perdidos.

—Que le digas que no sea tan burra—sonreí, peinándole los cabellos con suavidad y volviéndome a enderezar.

— ¿Qué dijo?—sabía que no podía decir lo que Julieta pidió, a menos que deseara que las dos personas de adelante me hicieran picadillo.

—Que se apresuren. Le duele mucho—

—Esto no habría pasado si no hubieses salido con ese cara de cebolla—apretó el volante.

Luego de decirle lo de Julieta, no necesito más órdenes o explicaciones. Corrió al cuarto a cambiarse y me pidió que buscara algunas cosas en el cuarto de su hija, para llevarla inmediatamente al hospital. Alicia, al parecer no muy feliz de dejar a su futuro marido conmigo y marcharse, se quiso unir a nosotros, creyendo que era un paseo al circo. No importó que Charles le dijera que estaba mejor en su casa descansando. Ella no lo aceptó y dijo que ansiaba ir, para saber sobre la salud de Chencha. A estas alturas y ni su nombre sabía.

Por eso íbamos los tres llevando a la niña al hospital.

—Esto no habría pasado si vigilaras a ¡TU! hija en lugar de jugar con tu fábrica de bebés, y cierta calva poco inteligente—

— ¡Oye!—ambos voltearon a verme, molestos.

Admitan que es la verdad.

—Alguien tenía que decirlo—me quejé molesta—y por favor, preocúpate por llegar rápido al hospital—aceleró más.

—Quiero vomitar—se quejó Julieta, sentándose con mucha dificultad.

Busqué una bolsa desechable en mi bolso.

—En mi cabello no—se quejó Alicia, echando su silla hacia adelante.

— ¿En cuál si no tienes?—se la entregué y le froté la espalda mientras vomitaba.

Volteó a verme, negando con la cabeza y achinando los ojos.

—Eres una rastrera—me señaló, mirando después con asco a la pequeña.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora