CAPÍTULO 20:

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Esa noche, después de poner a dormir a Julieta, me cepillé el cabello y esperé paciente a qué mi jefe se desocupara para atenderme. Me dijo que a las nueve en punto me presentara en su despacho. Qué hasta entonces iba a estar ocupado atendiendo otras vídeo llamadas y organizando su viaje. Partía en dos días. Y francamente, no sabía cómo verlo a la cara, después de lo que escuché al volver con Julieta. Y aunque su humor estuvo bien, no me sentía cómoda.

Miss gritona se fue a las seis de la tarde, pavoneándose por toda la casa, con una sonrisa empalagosa, aunque molesta con su prometido.

Julieta no volvió a preguntar qué eran esos ruidos tan extraños, y yo decidí ignorarlos, centrándome en mi labor. Se puso a jugar muñecas, y cuando entré al cuarto a dejar su ropa ya limpia, me obligó a sentarme con ella y jugar un rato. Para que después la ayudara a escribir un nuevo poema. Pero no para el festival.

Me acomodé el vestido una vez más, delante del espejo. Y no sabía porque ponía tanto empeño si el jefe no me miraba y no estaba el en mis intereses.

Salí del cuarto con las dos entradas en mano y avancé hacia la oficina, sintiendo mi estómago dar vueltas. Algo me decía qué no me escucharía, y todos mis intentos porque se interesara por algo de Julieta, serían en vano. Tarareé una canción, chasqueando los dedos al mismo ritmo y al llegar, entré sin tocar. Levantó la vista. Escribía algo en su computadora.

—Señorita Jenks—asentí una vez y cerré la puerta detrás de mí, quedándome derecha, en un solo punto.

Miró al techo, suspirando.

—A este punto de la relación jefe/empleado, puede entrar y tomar asiento. No quedarse ahí de pie hasta qué yo le ordene moverse—sonreí, con el mismo nivel de tensión y genio desafiante.

— ¿Quién era el qué me decía qué debía esperar sus órdenes?—dejó de escribir.

—Es muy buena para llevar la contraria, cuando le conviene—

Cuando se trata de ti.

Caminé y me senté delante de él, apretando las tarjetas en la mano. No le pasaron desapercibidas.

—Quiere hablar conmigo, y me supongo que lo qué trae en su mano es el tema en cuestión. Cuénteme—tomé aire.

Es la hora, Marian.

—Es sobre Julieta—empecé— ¿recuerda la citación de la qué le hablé de su colegio?—pensó y luego asintió, mirando la pantalla—asistí por mi cuenta. Ya qué usted no dijo nada—puse las entradas sobre la mesa—es una excelente escritora y va a participar en un concurso, declamando poesía. Tiene muchísimo talento, y a ella le encantaría qué la viera. Es en un mes—levantó la vista.

—Julieta sabe qué estoy últimamente muy ocupado para esas cosas. ¿Qué día es?—miré la entrada.

—Catorce de mayo—el apretó la boca, negando con la cabeza y miró su agenda en el teléfono.

—Tengo reuniones ese día. No tengo tiempo—comencé a molestarme.

—Pero es su hija. Lo necesita. Es increíble qué no tenga al menos dos horas para verla en algo que es tan importante para ella—no dijo nada—Julieta perdió a su madre, no haga qué sienta qué también lo perdió a usted. Solo es escucharla declamar, y si no puede todo el acto, la escucha y se va—suspiró.

— ¿Hora?—volví a ver las tarjetas de invitación.

—Siete treinta de la noche—

Una hora accesible.

—Cena de negocios—me miró.

¡Oh vamos! ¿Esas no puede tenerlas a diario, para aplazar una?

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora