CAPITULO 39:

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Cerré los ojos, sintiendo otro tirón en el dedo pulgar del pie. La pedicurista me miró.

—Está enterrada la uña—miré al techo y escuché la risa de mi amiga Caro, al lado mío— ¿hace mucho no se arregla sus uñas?—

—La semana pasada—mentí.

—Creo que desde hace un mes, Vannesa—miré a mi amiga.

Gracias por tu ayuda.

—Concuerdo contigo—la chica negó—de haber sido hace una semana, no estarían así—grité— ¡Sacadaaaa!—se entusiasmó.

—Deja de gritar así, o vas a invocar a los animales de la selva. Chita la simia podría entrar en cualquier momento—tomé la copa de Martini, que había a mi lado en una mesita.

¿O sea Charles?

—A esa la veo diario, vistiendo de traje—se rió.

—No le digas así, estoy segura de que Charles es un león imponente y no un simio—la estilista, que le tinturaba el cabello a mi amiga, levantó la cabeza.

Oh no. Aquí vamos. Otra fan más. Se reproducían como conejos.

—Perdón que me meta, ¿pero hablan del Charles Dios griego, de voz ronca y mirada sexy?—

No. Del Charles mendigo de pueblo, voz de urraca y mirada bizca.

— ¿Un león? Un gato miedoso tal vez—me burlé—sí. De ese Charles hablamos—ella sonrió.

—Lo que yo daría por encerrarme con ese galán—se mordió el labio.

Si quieres te encierro con él y los quemo a ambos.

—Lo que yo daría por encerrarlo en una mazmorra, hasta que queden solo huesos—me observó escandalizada.

—No le prestes atención, Camila, ella lo odia porque debe aguantarlo todos los días en su trabajo—ambas, estilista y pedicurista, me miraron.

— ¡¿Trabajas para Charles?!—casi gritaron a coro.

Lastimosamente.

—Cuidando de su hija—suspiraron.

— ¿Lo ves cada mañana?—asentí seria.

— ¿Ves sus cosas?—preguntó la otra—sus zapatos, trajes, ¿su cuarto?—

Y hasta su mierda. No seas patética, querida.

—Cada día—miré a Caro, aburrida.

Tenía que traerme precisamente a un spa, donde las chicas que atendían eran casi que del club de fans de mi jefe. ¿Porque no dejaban la preguntadera y de una vez me pedían su número de teléfono, o el vaso sucio donde tomaba refresco?

— ¡¿Lo ves cada día caminar por la casa, semidesnudo?!—levanté las cejas.

No seas tan directa, querida.

— ¡Camila!—gritaron mi amiga y la pedicurista.

— ¿Qué? No me digan que no tienen la misma fantasía—negué.

—Lastimosamente no. Nunca lo veo así, y gracias a Dios—

En realidad si lo había visto así. Recordé la vez que entré a su cuarto sin preguntar. Se me erizó la piel. Pero no iba a contarles todo a ellas para que fueran más brutas de lo que eran en este momento.

Tuve un plan, cuando en mi cabeza se proyectó su caminar rarito, imitando mi baile.

—Es gay. No le gusta salir desnudo por ahí—sonreí perversa.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora