Capitulo 1: Gladiolos Rojos

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Sending me forget me nots / Envíame Nomeolvides
To help me to remember / Para ayudarme a recordar
Baby please forget me nots / Baby, por favor no me olvides
I want you to rebemember / Quiero que recuerdes
Forget me nots – Patrice Rushen

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Hay heridas que nos marcan, que nos dejan cicatrices visibles y terribles. Hay otras que solo existen dentro de nosotros, heridas que guardamos en lo profundo de nuestro corazón, heridas fáciles de ocultar y que vuelven a nosotros de forma inconsciente.

Algunos las llaman recuerdos.

Para Izuku el recuerdo viene en primavera, cuando los capullos se abren y los campos se llena de un color amarillo, rojo, azul, verde y lila... La visión es preciosa, llena de matices, vida y de una esperanza eterna, pero es verlas y sentir que el peso del recuerdo vuelve a él con fuerza.

Cada primavera, cuando las flores reviven, Izuku se sienta a mirarlas; cierra los ojos y aspira el aroma intentando identificar cada pieza por separado. Al principio lloraba, bastaba la visión de las flores para que Izuku corriera en dirección opuesta hasta caer rendido presa de sollozos incontrolables, pero con el tiempo ha logrado suprimir esa primera reacción y ahora tiene la fuerza para sentarse en el campo, rodeado de flores y recuerdos.

Solo necesita inhalar el aroma del bosque para recordar a sus padres.

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Los heliotropos blancos nacían en el tobillo izquierdo de su madre y ascendían hasta ocultarse bajo sus vestidos. Cuando Izuku era un niño acostumbraba sentarse junto a sus pies a contar las flores, a deslizar sus dedos de bebé por el tramo imposible de tallos verdes y pétalos diminutos. Eran de un blanco brillante, el símbolo de la pureza y el cuidado.

Y era absolutamente maravilloso que su padre también poseyera una flor blanca en su mano derecha. Era una magnolia brillante. Con pétalos en forma de gota de lluvia, y un centro diminuto de color amarillo que hacía resaltar la suave blancura de la flor. De ahí se extendían por su brazo hasta el codo, una hilera de ramas verdes llenas de pequeñas magnolias blancas, ninguna tan esplendorosa y tan magnifica como la que brillaba en el dorso de esa mano.

Eran los sanadores del pueblo, tenían una habitación junto a su casa donde atendían resfriados, caídas, heridas, mordidas, partos y todas las dolencias de los habitantes de su villa.

Izuku podía sentarse durante horas en una esquina del cuarto mientras su padre diagnosticaba gripes y curaba heridas. Podía pasarse tardes enteras con su madre moliendo plantas y semillas para reabastecer sus estantes. Aprendió a identificar las plantas por las hojas, por el color de sus flores. Para él era un juego sentarse a los pies de sus padres, con los ojos vendados mientras intentaba identificar los remedios solo con el aroma.

Siempre recordará el día que deseo ser como ellos, el día que deseo salvar al mundo: Tenía cuatro años y su mejor amigo Katsuki se había caído de un árbol rompiéndose el brazo. Izuku recuerda que fue él quien lloró todo el camino de vuelta mientras el rubio, pálido como una magnolia, apretaba los dientes y murmuraba regaños.

Sus padres no profirieron ni un solo grito, ni entraron en pánico, su madre se apresuró a traer vendas, agua y medicina, y su padre levanto a Katsuki del suelo murmurando palabras de aliento y calma. Izuku se acercó a la mesa de trabajo y aunque no se atrevió a tomar la mano de su amigo, se acercó lo más posible esperando ofrecer consuelo.

Ese día Izuku soñó con recibir una flor blanca, soñó con ser capaz de curar y salvar a todos.

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Bouquet de Flores [BKDK & KRKM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora