1. ALBA

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1.

-Y por eso he llamado a esta obra la ausencia de la luz-

Las luces se encendieron de golpe, y se hizo un silencio que por momentos me pareció similar a caer en un pozo sin fin. Empecé a desesperarme un poco cuando de repente, empezaron a surgir los primeros aplausos, palmas de manos empezaban a retumbar en todo el salón de la facultad, silbidos y murmullos que se convirtieron en ligeros piropos. Cordero se acercó a mí mirándome con una amplia sorpresa y la admiración tatuada en los ojos. -Felicidades Alba, no me cabía ninguna duda de que tu talento es algo indefinible, y este es el resultado-, dijo señalando al público. Mis compañeros de la Universidad de Bellas Artes, y todo aquel que quiso asistir a la exposición del concurso artistico de talentos de todos los años. Alguien lo puso en marcha a pequeña escala hace unos años, y desde entonces ha ido cobrando protagonismo en la facultad hasta convertirse en todo un evento al que cualquier alumno bohemio debe asistir al menos una vez.

-Pero nena, lo tuyo tiene tela eh- me dijo una efusiva Marta, estampándome un abrazo de los que solo saben dar aquellos que se alegran de corazón por lo bueno que les sucede a los demás. -Tía, estaba super nerviosa, pensé que la iba a cargar y que no iba a saber explicarme-, Marta se río, mirándome con una mezcla de sorpresa y dulzura. -Pues alégrate, porque has triunfado, y aunque esto es solo un concurso de facultad, no deja de ser el preludio de todo lo que te esperará cuando salgas a comerte el mundo, amiga. - Bueno, dije ruborizada, aún queda para eso, un par de añitos mínimo, dije suspirando, pero contenta por el pequeño gran paso que acababa de dar, para mi plantarme delante de toda esta gente y exponerme de esta forma era algo más que un reto.

-Hola Alba-, escuché a mi espalda. De repente noté una palpitación en la garganta, y  sentí cómo mi boca se quedaba sin saliva en apenas unas milésimas de segundo. Marta me miro dándome ánimos con los ojos, y desapareció tras saludar con un ligero gesto de cabeza a la recién llegada. -¡Ey!, acerté a decir, ¿estabas aquí, lo.. lo has visto? - Sí, dijo acercándose un poco más a mi provocando que nuestros brazos se rozaran ligeramente, y a mi me diera un ligero escalofrío en la nuca. -Estaba detrás del todo, no quería incomodarte-, dijo señalando al fondo del auditorio de bellas artes, pero tampoco podía perderme la exposición, creo que he formado parte de ella, aunque sea un poco. Obvié ese último comentario y rumié mi propia rabia, ¿te ha gustado entonces? Dije algo afónica repentinamente. - ¿Acaso lo dudas?- Dijo poniendo una cara entre burlona e incrédula, mientras levantaba ligeramente mi barbilla, yo había bajado la vista y miraba directamente el parqué del suelo de aquel gran salón, noté como las piernas me temblaban ligeramente, me tranquilizó que solo yo pudiera notarlo. -Mírame, por favor-, dijo Julia en un tono que le pareció una súplica real, -siento si no he hecho las cosas bien, pero no quiero perder tu amistad, necesito que estemos como antes, por favor-, dijo así sin más robandome la alegría del momento para convertirse en el Centro de mi existencia, como si tuviera algún derecho.

Julia y yo somos amigas, ambas formamos parte del mismo grupo, de hecho, ella y Carlos, otro de nuestros amigos, acaban de empezar lo que parece un principio de algo más que una amistad, eso sí, después de que me dejara destrozada, ya que ambas tuvimos un momento, un momento que apenas duró unas semanas pero que fue suficiente para que yo me pillara y ella diera rienda suelta a su curiosidad homosexual conmigo. De un día a otro decidió que todo era un error de magnitudes catastróficas y que lo mejor era volver a ser las buenas amigas que éramos, yo me quedé hecha polvo y ella empezó algo con Carlos, que a día de hoy nadie sabe muy bien que rumbo lleva, pero que a mí me sigue quemando por dentro.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora