XVII

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El frío de la mañana la envolvió según atravesó la puerta del portal que la separaba de la calle. El tiempo no era tan cálido como la noche anterior, sintió frío a pesar de que llevaba puesta la sudadera que le había dejado Natalia el día anterior. Además, la resaca también estaba golpeando su cuerpo sin piedad, a pesar de que le había venido bien el brebaje de María, su organismo se resentía en silencio.

Apenas tuvo que cruzar la calle para encontrarse la pastelería, que tal y como le había dicho su amiga estaba a unos pocos metros del piso. Se decidió por un arsenal de croissants, no sabía por cuál decantarse, había de chocolate, crema y nata, así que cogió de todo. Además, compro zumo natural y cafés.

Cuando regresó al piso, abrió la puerta con sumo cuidado para no despertar a nadie, y efectivamente comprobó que todas las chicas seguían durmiendo, o al menos no había nadie más  que África ,que seguía  como un tronco en el sofá del fondo.

Se tomó la libertad de despejar un poco la mesa para poder dejar el desayuno. Se movió con sumo cuidado para no despertar a África, y cuando todo estuvo a su gusto, cogi ópapel y boli para dejar una nota.

"Chicas,muchas gracias por hacerme un hueco en vuestra casa, anoche fue genial, espero que podamos repetir pronto. ¡Disfrutad del desayuno! Por cierto, vaya resaca que nos espera!!"

Dejó todo lo que le habían prestado la noche anterior cuidadosamente doblado, y recogió sus cosas. Se dio cuenta de que le faltaba el cargador del móvil, pero estaba en la habitación de Natalia y no iba a entrar así sin más así que descarto poder recuperarlo en ese momento. Echó un último vistazo para ver si estaba todo en orden, y en ese momento se fijo en que una de las mantas de anoche aún seguía allí desperdigada por el suelo. Lacogió para doblarla cuidadosamente, desprendía el mismo aroma que la cama de Natalia, que la propia Natalia. Un olor tentador y penetrante, olía a melancolía, a poesía... Por un momento un ligero escalofrío le recorrió la espalda al recordar el momento en el que aquella chica le había susurrado al oído en el bar de anoche y soltó la manta como si le quemase. Decidió que ya era hora de salir de aquel espacio, estaba perdiendo la cordura y eso era del todo incoveniente. Cogió su bolso, cerró la puerta con cuidado y emprendió el camino de vuelta hacia su casa.

Mientras...

La alarma del móvil de Natalia comenzó a sonar incansablemente, a su cerebro pareció costarle un poco anclarse al mundo de los vivos nuevamente y entender que estaba pasando. Ni siquiera tuvo que levantarse a pararla, el odioso aparato pareció haberse quedado sin batería dándose por vencido. Ya despierta, pero sin abrir los ojos, Natalia cayó en la cuenta de que no había dormido sola e inconscientemente su cuerpo se tensó ligeramente, y sintió como su respiración se agitaba levemente.

Se movió muy lentamente, su cuerpo no parecía encontrarse con ningún obstáculo, se giró un poco y abrió escasamente los ojos dándose cuenta de que Alba no estaba a allí. Decidió abrirlos del todo; nada, ni rastro. ¿Se había ido ya? Miró el reloj, eran las 11:45. En ese momento escuchó como la puerta del piso se cerraba, ¿sería ella? , ¿por qué se había ido tan rápido?.

Se levantó y salió de la habitación, miró alrededor, África estaba dormida-. Decidió ir al baño, y no fué hasta que volvió a salir que se fijo en el desayuno improvisado, que la rubia habia dejado sobre la mesa. Miró extrañada el papel que acompañaba aquellas delicias, estaba escrito con letra bonita, delicada, todo lo contrario a la suya. Lo cogió algo nerviosa, y leyó sin poder evitar esbozar una sonrisa.

-Vaya, vaya, Alba Reche, eres toda una caja de sorpresas.-

-¿Qué?-gruñó África aún dormida desde el fondo.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora