XLVI (Parte I)

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Always Gold de Radical Face sonaba tímidamente en el móvil de Natalia...

Tras cenar, sentadas frente a la chimenea apuraban otra copa de vino. El dedo índice de la rubia dibujaba formas aleatorias sobre el dorso de la mano de Natalia cuya cabeza reposaba sobre su hombro.

-Dicen que los cometas son mensajes de los dioses-

Natalia enarcó una ceja divertida - ¿Ah sí?, ¿y qué mensaje nos trae a nosotras? -

Alba se encogió de hombros sonriendo – no lo sé, tendremos que averiguarlo, ¿no? - acurrucándose sobre su cuerpo.

-No parece mala idea- acariciando su pelo - ¿crees que conseguiremos verlo? –

-Apuesto que sí, y no... me conformo con lo que ya he visto y sentido aquí-

-Si no, siempre puedes dibujarlo-

-Prefiero dibujarte a ti- sonriendo

-¿A mí?- notó como el calor teñía levemente sus mejillas

-Ahá, musa y modelo-

-Tendrás que emborracharme, si no me dará vergüenza posar desnuda-

-¿Quién ha dicho desnuda?- dijo la rubia riendo y haciendo que Natalia se sonrojase ahora mucho más

-No sé, en las películas siempre salen posando así, ¿no? - sonriendo tímidamente.

-Te dibujaría de cualquier forma, me gustas de todas las maneras posibles...Pero me apunto mentalmente lo de emborracharte para desnudarte- riendo.

-No creo que necesites emborracharme para eso- dijo clavando los ojos ahora oscurecidos sobre ella - Sabes, aparte de familia y amigos, nunca he estado sola en esta casa con nadie... así en plan romántico-

-¿Así que en plan romántico?- dijo abriendo los ojos con una sonrisa perpetua dibujada

Natalia negó con la cabeza, - no te rías, es verdad- divertida

-Soy afortunada entonces-

Cogieron un par de mantas, chocolate y el vino que aún les quedaba, habían decidido que la parte de atrás de la casa era probablemente la mejor zona desde la que tratar de ver el cometa, o al menos habían llegado a esa casera conclusión después de darle un par de vueltas a las indicaciones de internet.

Allá afuera el cielo se presentaba majestuoso, ancho como los dos mundos sin confines que lo contemplaban. Un sinfín de estrellas alumbraban intermitentes, como si supieran que aquella noche era importante y tenían que estar sobre aquel firmamento como guías.

-Oye, ¿cómo se llama el cometa? -

-No tengo ni idea, eso no lo hemos leído-

-Pues habrá que ponerle un nombre- dijo Natalia contrariada

Alba soltó una carcajada con los ojos iluminados - ¿Lo dices en serio? -

Natalia le miró extrañada, - pues claro, hemos venido hasta aquí por él, tendremos que ponerle nombre-

-Me parece genial, ¿cómo quieres bautizarlo? - riendo entusiasmada

-Umm, no sé, déjame que lo piense, no es una cosa que se pueda hacer a la ligera, es serio rubia- sonriendo.

Tumbadas boca arriba, envueltas en una enorme manta, frente aquel cielo los parpados ni se movían por miedo a perderse hasta el más pequeño atisbo de belleza que pudiera reflejarse en sus pupilas. Sus cuerpos temblaban levemente, apenas algo imperceptible solo al contacto cuerpo a cuerpo. Los ojos abiertos frente aquella oscuridad iluminada por gigantes colisiones atómicas en forma de estrellas, que formaban un vaho eléctrico.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora