XXVI

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La exposición había cerrado sus puertas hacia ya un buen rato, en el local solo quedaban las personas más allegadas a Alba, María y el resto se habían ido antes con la promesa de llegar las primeras al bar que habían elegido para tomar la primera copa tranquilamente y encontrar un buen sitio para todas.

Alba acordó con el dueño pasar la semana siguiente a recoger todas las cosas, el no necesitaba el local para nada por el momento, y así le daba todo el tiempo que Alba necesitase para ir llevándose sus cosas sin prisa.

Todavía abrumada por toda la emoción vivida le costó un rato salir del trance en el que estaba envuelta, no sabia como iba a poder agradecer todo el cariño que había recibido, y además estaba bastante inquieta por todas las cosas que empezaban a surgir de forma imparable en su vida. De repente sintió algo de miedo, ¿cómo había llegado a pasar todo? las cosas habían sucedido a ritmo vertiginoso, y este presente que tenia delante era tan emocionante como misterioso e incierto.

Alba, y el resto de sus amigos emprendieron camino hacia el lugar acordado. Comentaban las anécdotas de la noche y el éxito de su amiga, mientras ella, aunque participaba de la conversación seguía absorta en su propia vorágine de emociones. Recordó a Natalia, no sabría si finalmente se quedaría a tomar algo o se habría ido a casa, quizás lo mejor para ella era la segunda opción, pero en su fuero interno deseaba que se cumpliera la primera.

Sabía que pensar en aquella chica era jugar con fuego, lo que había sentido cuando se besaron era algo que escapaba a su raciocinio y todos los impulsos que podía mantener a raya con cualquier otra persona, se tambaleaban si se trataba de ella, sin embargo, no podía evitar querer conocer más.

-Ey nena!- Julia se acercó a ella sabiendo intuitivamente que por la cabeza de la rubia pasaban más cosas de las que había compartido. -Estás muy pensativa, ¿va todo bien ahí dentro?- Dijo acariciándole la cabeza cariñosamente.

-Sí- dijo con una amplia sonrisa pasando el brazo por los hombros de su amiga. – Estoy muy contenta, aún no asimilo todo, pero no podría estar mejor, y tú tienes parte de la culpa así que no me cansaré de agradecértelo- dijo sonriendo a su amiga.

-Me alegro, si tu estás feliz el mundo es un lugar mejor. -Oye-, se lo pensó un momento antes de continuar. – Hay un cuadro de la exposición, el que quisiste poner solo, no me has hablado de él, ni cómo surgió la idea, ni el simbolismo que tiene, solo he leído el poema que escribiste y no sé, es diferente al resto de la colección, es especial- dijo tanteando a su amiga.

Cómo iba a explicarle a Julia el éxtasis del qué surgió aquel cuadro, ni ella misma podía ponerle palabras, tan solo surgió de un corazón rugiendo, temblando, como un delirio febril en una noche de madrugada. No podía ni quería hacerlo, era algo suyo que no le apetecía compartir más allá de todo lo que ya mostró exponiendo el cuadro al público.

Mientras, María, Natalia, África y Sabela habían cumplido con su misión y ya estaban en el bar acordado, con sitio de sobra para un séquito de personas. Cuando el resto de las chicas llegaron el ambiente ya estaba animado, aligeraron bastante paso porque el inicio de la noche se intuía iba a ser frío y ya empezaba a dar los primeros coletazos.

Conforme atravesaron la puerta Alba no tuvo mucha dificultad en encontrarlas con la mirada, María parecía estar amenizando todo con alguna anécdota graciosa de las suyas y el resto reía sin parar. Escudriño un poco más y entonces la vio, allí estaba Natalia, finalmente había ido, le sorprendió gratamente. En ese momento la misma Natalia alzó la vista y ambas se encontraron en la distancia, Alba bajo la vista tímidamente y avanzo hacia donde estaban.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora