P2. Capitulo VII

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Desde la apertura al público de las colecciones el día anterior, la sala había acogido ya la visita de centenares de personas, entre aficionados al arte, críticos expertos y amigos aquello estaba siendo todo un ir y venir de personas.

Todo evolucionaba según lo previsto e Isabelle no podía estar más orgullosa de la imagen que estaba dando el College a nivel internacional y del éxito individual que estaban teniendo las obras de sus alumnos.

Alba y sus dos compañeros pasaron gran parte de la mañana en el museo atendiendo a todas aquellas personas que se acercaban a interesarse por sus obras y su vida, comió junto a ellos que en cuanto pudieron se escabulleron en busca de intimidad. Ella por su parte quedó con Isabelle para comprar juntas un regalo para María, la francesa había accedido a acompañarla al cumpleaños de su amiga y además se había empeñado en contribuir con algún detalle.

-Isabelle, no es necesario que pagues nada, de verdad- dijo Alba ofuscada. 

-Alba, quiero hacerlo, mi madre siempre decía que no se puede ir a casa ajena con las manos vacías, menos aún si hablamos de un cumpleaños, es gusto mío, no seas cabezona- sonriendo

-De acuerdo, me rindo- dijo rodando los ojos

-Además, si te parece bien me gustaría regalarle una botella de Bènèdictine, nos hemos traído varias para regalar a la organización española-

-¿Eso es vino?- preguntó Alba curiosa.

-No, es un licor a base de hierbas. Su historia se remonta al renacimiento, dicen que la creó un monje veneciano que vivía en la Abadia de Fècamp, usando solo plantas y especias. La receta está cuidadosamente guardada, la original se encontró en un manuscrito y solo unos pocos conocen la receta, ¿crees que le gustará? -

-Eso le va a encantar, sí- dijo riendo

El cumpleaños de María era en un pub que uno de sus amigos le cedió para la ocasión, tenía previsto empezar sobre las 9:00, aunque la rubia informó de que cada uno podía ir uniéndose según sus compromisos. Música en directo, catering, coctelería y un sinfín de detalles que su amiga nunca dejaba al azar. Fiestas que, tratándose de María, siempre se sabía como empezaban, pero no cuándo ni cómo terminaban.

Una vez que Alba e Isabelle regresaron al hotel, se despidieron a las puertas del ascensor y quedaron en verse en un par de horas más o menos, así tendrían tiempo para descansar y prepararse sin prisas.

Cuando la rubia cerró la puerta de la habitación tras de sí no puedo evitar sentirse un poco encogida, todo el movimiento desde que llegó a Madrid había ido aplacando sus nervios y desviando la atención de sus pensamientos más incomodos, pero ahora esas estrategias perdían su poder y ella tenía que abandonarse al miedo, a la urgencia de encontrar respuesta a todas las incógnitas que se planteaban delante.

Se tumbó un rato, pero conciliar el sueño fue una tarea imposible, así que simplemente trató de aquietar su mente y equilibrar sus emociones. Cuando el tiempo empezó a echarse a encima se decidió a ducharse y vestirse antes de arrepentirse de haber confirmado su presencia en aquella fiesta.

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Natalia estaba hecha un manojo de nervios, aceptar la petición de su amiga le estaba pasando factura a su estómago y se movía nerviosa de un lugar a otro dentro de uno de los cuartos interiores del bar.

-Se puede saber qué coño te pasa- dijo María cerrando la puerta tras de sí.

-Joder, pues que estoy nerviosa- posando la guitarra sobre la funda.

María entornó los ojos, - tía, ni que fuera la primera vez que cantas, y delante de mucha más gente- dijo encogiéndose de hombros mientras su amiga volvía a afinar la guitarra por decimotercera vez.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora