XLIII

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- ¿Preparada para ir de excursión rubia? - dijo Natalia aparentando tranquilidad a pesar de que cuando guardaron las cosas en el maletero y Alba se montó en el coche a su lado, notó como las manos le temblaban ligeramente Ni siquiera se había parado a pensar lo que supondría estar en compañía de Alba, las dos solas un día entero con su respectiva noche. Los sentimientos hacia ella empezaban a ser de todo menos controlables y aquella chica de ojos enormes ojos marrones le estaba robando irremediablemente la poca cordura que le quedaba.

-Muy preparada- sonriendo ampliamente. - ¿Tú cómo estás? - dijo posando durante unos segundos su mano sobre el muslo de Natalia.

-Pues- dijo aún más nerviosa con aquel tacto sobre su pierna. – Se me han pegado las sabanas, perdona- Como no me quites la mano de encima no voy a poder arrancar el coche, pensó para si misma.

-No te preocupes, así no he ido a la carrera, también me costó despegarme de la cama- sonriendo

-Si tu supieras- dijo sin querer en voz alta.

- ¿Cómo? - preguntó curiosa.

-Nada, madrugar que es un caos para mí... Bueno- dijo tratando de recuperar la serenidad y concentrarse en la tarea que demandaba su atención, - vamos a echar gasolina y nos ponemos en camino, me gustaría enseñarte algún sitio, pero para eso tenemos que llegar con tiempo-

-Pues no se hable más, vámonos- acomodándose sobre el asiento.

Natalia accionó el contacto y pusieron rumbo a la gasolinera que estaba prácticamente desierta.

- ¿Te apetece algo, unas gominolas, chocolate? - dijo Natalia apoyándose en la ventanilla antes de ir a pagar.

-Oye, la gasolina y todo lo pagamos a medias- dijo haciendo amago de salir.

-Eh, quieta dentro fiera, ya tendremos tiempo de hablar de eso, ¿quieres algo? -

-Lo que tú quieras estará bien-

- ¿Siempre eres tan complaciente? - esbozando una sonrisa

-No siempre- dijo clavando los ojos en Natalia, lo suficientemente intenso como para desapareciera rauda y veliz hacia el fondo de la tienda antes de que volviera a fallarle alguna extremidad ante el comentario más simple.

El trayecto transcurría tranquilo, Alba admiraba el paisaje como una niña y Natalia no podía dejar de sonreír cada vez que alguna exclamación de asombro salía de boca de la rubia.

- ¿Te gusta? - accionando la música del móvil.

-Me encanta Natalia, gracias por esto, de verdad-

-No hay nada que agradecer, yo también quiero ver el cometa y disfrutar del paraje, estoy cansada de la ciudad, de la prisa y de la gente- dijo sin apartar la vista de la carretera.

Alba asintió -te pones muy seria conduciendo- dijo sonriendo.

-Es que llevo a una damisela en el coche, tengo que ser precavida, que estamos en alta montaña-

-Oye, de damisela nada- riendo

-Cuéntame cosas de ti, no sé ¿qué sientes cuando pintas? –

-Vaya, no te van las preguntas fáciles eh-

Natalia giró un momento la cabeza para mirarla y sonreír – no, la verdad que no, o si pero solo para el común de los mortales y tú no estás en esa categoría- chasqueando la boca.

La vista de Alba se perdió por aquellos parajes que iban dejando atrás – pues- meditó un momento - supongo que pintar es ser capaz de detener la belleza y conservarla, coger el instante, el éxtasis, el amor o el desamor y dejar que estalle sobre el lienzo. Cuando pinto me pongo frente a mí misma y me veo tal como soy-

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora