XL

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- ¿Cualquiera menos este cuadro verdad Alba? – dijo Estela señalando una de las obras.

La rubia asintió, - escoge los que quieras, creo que cada artista está limitado a cinco, así que cualquiera menos ese, es un regalo- dijo sonriendo.

-Me intriga tanto como apuro me da preguntarte por el- dijo clavando la vista en ella.

La rubia se sonrojó, -es solo que es especial para mí, no puedo subastarlo ni por una buena causa-

-No te preocupes,  será por cuadros, no voy a escoger el único que está vetado. La verdad que son todos impresionantes, tienes un don para captar lo más profundo y transformarlo en algo bello Alba, no me cansaré nunca de repetírtelo  -

-No me digas esas cosas – sonrojándose

-Alguien tiene que decir las verdades aquí. Por cierto, en estos días tenemos que quedar con Julia para ver como lo lleva, es la reina de la publicidad y la necesitamos-

-Sí, sí, ya le escribí antes. Hablamos luego por el grupo y concretamos día, no hay problema con eso-

-Bueno, pues de momento podemos dejarlo aquí entonces. Vamos que te invito a un café y charlamos un rato-dijo recogiendo su bolso.

-No puedo Estela, tienes que perdonarme, he quedado y voy con el tiempo justo- dijo mirándo el móvil apurada.

Natalia había vuelto a escribirle para adelantar la cita a las 19:00 y la rubia se había visto en la obligación de adelantar su cita con Estela y de correr más de la cuenta para que no le pillase el toro que era justo lo que estaba sucediendo. Miró el reloj, tenía apenas una hora y algo para llegar a casa y prepararse.

-Por el brillo de tus ojos entiendo que es de vital necesidad que te deje marchar ya- dijo sonriendo ampliamente haciendo que Alba se sonrojase inquieta de nuevo.

-Gracias Estela, nos vemos en estos días y terminamos de concretar todo, y cualquier cosa escríbeme y lo vemos- dándole un abrazo y despidiéndose.

Y así, Alba emprendió a pie el camino de vuelta a casa, había aceptado sin pestañear verse con Natalia sin ni siquiera preguntarle cuál era plan, la única indicación había sido que se abrigara y se pusiera ropa cómoda, la morena le llevaba por la senda del misterio después de lo sucedido la noche anterior en el baño, y ella simplemente le seguía, dejando su capacidad racional y crítica aparcada en una nube.

¿Qué podía hacer? El recuerdo de sus besos acariciaba sus labios paralizándole el pensamiento, su piel, sus cuerpos desnudos la noche que pasaron juntas, como un lienzo en blanco capturando la vida. ¿Se estaba enamorando de Natalia como le dijo Marta, o ya estaba enamorada de ella? Tenia miedo, pero lo que Natalia despertaba en ella era mucho más fuerte que la prudencia, ella había aprendido a vivir con toda desnudez, aceptando el temor pero sin dejar que le ganase la partida, y esta vez no podía ser menos.

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Cuando María volvió a casa después de bajar a comprar tabaco y darse una vuelta se encontró con un cuadro de lo más inusual, Natalia con un delantal moviéndose a velocidad de vértigo entre tuppers y comida.

- ¿Qué ven mis ojos, Natalia?-sentándose en uno de los taburetes

-¿No me has visto nunca en la cocina o qué, exagerada? - poniendo los ojos en blanco.

María enarcó una ceja y meditó un poco sus palabras, - Sí... ¿pero a qué viene este despliegue de medios? Espera, déjame adivinar... me estás haciendo la merienda- dijo divertida.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora