XXXI (Parte I.)

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  Solo eran cuatro palabras: cena, conmigo, esta noche.

- ¿Cenar? - preguntó Natalia como si le estuviera planteando la teoría de la relatividad y su cerebro fuera una lámpara, a medio encender y medio apagar.

-Bueno, soy de las que improvisan- encogiéndose de hombros sin perder la sonrisa. -Marta se ha ido el fin de semana y cenar sola es un rollo, pero bueno solo si te apetece no te sientas obligada-no sabía si realmente había sido una buena idea.

Las posibles respuestas de Natalia oscilaban como un péndulo en su cabeza, era una simple cena, pero no estaba segura, sentía ¿miedo?, notaba la lengua pesada bajo el paladar y la garganta seca, le estaba costando horrores que las palabras salieran de su boca.

-Bueno, supongo que sí, vale- acertó a decir sin saber si era realmente eso lo que quería decir o las palabras habían salido de su boca por inercia. Suspiró, tan solo es una cena pensó buscando la calma, ¿qué puede pasar?.

Alba sonreía satisfecha- ¿Te gustan las hamburguesas? Últimamente he perfeccionado mi técnica con las vegetarianas-

-Nunca las he probado, me fio de tus dotes culinarias-dijo más relajada.

-Genial, además me puedes ayudar en la cocina-

-Cocinar no es uno de mis fuertes- confesó riendo.

-Bueno, algo se nos ocurrirá entonces- y la rubia notó como el calor golpeaba sus mejillas por sí la frase podría malinterpretarse.

-Oye- dijo Natalia dándole el casco sin darle importancia. -Vamos a pasar por un sitio que conozco, al menos tendré que comprar el postre-

-Pero si hay de todo en casa- dijo negando con la cabeza. 

-Es de mala educación ir a una casa sin llevar nada- con expresión seria.

-Bueno- dijo la rubia levantando las manos, - pues no se hable más, ¡vamos entonces!- Natalia sonrió satisfecha.

Callejearon un rato y cuando la morena estuvo ubicada en tiempo y espacio aparcó la moto. El objetivo era una pastelería que frecuentaba, había de todo y para todos los gustos e intolerancias así que iban sin duda al sitio indicado.

- ¿Me esperas aquí? - dijo cuando aparcaron la moto

- ¿No puedo entrar? abriendo los ojos como platos.

-Hombre, no tendría mucha gracia, mejor te sorprendo- guiñándole un ojo entre risas. – No tardo nada rubia, cuídamela- dijo dirigiendo una mirada fugaz a la moto.

-Aquí te espero- suspirando, no se me ocurriría por nada del mundo manejar este trasto sola pensó mirando la moto como si fuera un tanque de guerra con permisos de conducción especial.

Natalia aprovechó el camino para mirar nuevamente su móvil, ni rastro de su novio, soltó un bufido y lo guardo nuevamente.Necesitaba hablar con el, escuchar su voz, necesitaba dejar de sentir que caminaba sobre arenas movedizas.

Regresó a los pocos minutos con una cuidada bolsa de cartón que guardaron en uno de los compartimentos de la moto. Cuando las dos estuvieron seguras de no necesitar nada más para la cena emprendieron el camino a casa de Alba, aun era pronto para preparar nada, pero según la rubia la cocina era un sutil arte que requería de tiempo y paciencia, así que mejor ponerse manos a la obra con tiempo.

-La casa está un poco desastre- dijo mientras subían las escaleras

-No será para tanto-entornando los ojos.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora