XXXIV

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El taxi se detuvo bajo la luz artificial de las farolas. Frío, eso sentía Natalia, podía notar como los molestos destellos de los intermitentes del coche atravesaban su retina a cámara lenta.

Mikel y su amigo se bajaron junto al conductor que abrió con bastante parsimonia el maletero, sacó las maletas como si pesasen un mundo entero y se despidió de los jóvenes con un movimiento de cabeza.

Los ojos de Mikel se cruzaron con los suyos, notó como la sonrisa del chico se ensanchaba, ambos amigos recogieron las maletas y echaron a andar hacia ella.

-Morena- dijo abandonando la maleta y abriendo los brazos cuando estuvo lo suficientemente cerca de Natalia.

Natalia tragó saliva y se fundió en un abrazo algo aturdida. Mikel besó su mejilla, notó que se había dejado barba, le miró algo desconcertada, estaba guapo, tan guapo como cuando se conocieron, o quizás es que hace tiempo que no le miraba y había olvidado la belleza de sus facciones. El shock inicial dio paso a la conciencia de todo lo sucedido, antes de que pudiera decir nada su amigo Álvaro se acercó a abrazarla también, quería hablar, pero las palabras parecían haberse solidificado en su garganta y sus labios estaban sellados.

-Nat- dijo efusivo - ¿Nos has echado de menos? Estás guapísima, por cierto-. Separándose de su amiga admirándola mientras Mikel asentía sonriente.

-Vosotros...vosotros sí que estáis guapísimos- acertó a decir.

-Es el aire de Copenhague amiga-sonrió.

-Bueno qué, ¿subimos? Dijo Mikel frotando la espalda de su chica.

-Venga, os ayudo con esto- dijo Natalia echándose una mochila al hombro y cargando unas bolsas.

-Cuidado con el cadáver- dijo su amigo.

Natalia entornó los ojos sonriendo, - ¿es que no os cansáis nunca de hacer las mismas bromas sin gracia, habia olvidado lo mucho que se reía con aquellas tonterias. 

El tiempo pasó volando, pidieron unas pizzas que devoraron entre anécdotas y curiosidades, Natalia escuchaba con atención, a ratos casi olvidaba que tenía una conversación ineludible, Mikel se deshacía en atenciones, y ella llevaba el peso de la culpa y la confusión cargado sobre la garganta. Cuando Álvaro anunció que se iba y que dormía en casa de su novia todos los sistemas de alarma del cuerpo de Natalia se encendieron a la vez y notaba como su sistema nervioso oscilaba entre la lucha y huida, cortocircuitado como un robot que se estaba quedando sin pilas.

-Apenas has comido nada Natalia, ¿estás bien? Dijo Mikel cuando por fin se quedaron solos.

Natalia asintió, su pierna se movía sin control, casi podía escuchar los latidos de su corazón golpearle el pecho, los ojos de Mikel parecían atravesar sus pensamientos de forma sinuosa.

-Ey- dijo poniendo la mano sobre su muslo y frenando el traqueteo.

-Lo siento es que-suspiró.

-Oye- se adelantó Mikel – Natalia, se que no hemos estado bien últimamente, pero este viaje me ha ayudado mucho, no sabes lo que te he echado de menos y la falta que me has hecho. Tenemos que ir juntos, te encantaría Copenhague, y no sé, he pesando mucho en nosotros, perdóname porque me he dado cuenta de que estos últimos meses no he estado a la altura, supongo que ha sido un bache- El chico trataba de encontrar las palabras amontanadas en su cabeza. 

Natalia se estremeció, no quería escuchar unas disculpas de Mikel, eso le hacia sentirse mucho peor de lo que ya se sentía en ese momento. Le daba la sensación de que el tiempo fluía a cámara lenta, las agujas del reloj de pared parecían romper el silencio que oprimía su pecho con cada tic tac implacable. 

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora