XLI

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Aún era de día y la luna comenzaba a despuntar en el cielo para reemplazar a su opuesto, a pesar del frío los días ya eran más largos y se notaba en el olor del aire que en apenas un mes a la primavera le tocaba salir al escenario.

Tilos, olivos, sauces y un sinfín de árboles centenarios parecían descansar allí, totalmente, ajenos al estruendo de la gente mientras la luz se iba derramando poco a poco bajo el cielo de aquel parque.

Natalia sacó una manta de la mochila y la estiró sobre el suelo con cuidado.

-Tendremos que darnos prisa para que no se nos haga de noche del todo- dijo mirando a Alba que parecía tener una sonrisa perpetua en la cara.

-Eh, si claro- ayudándole a colocar la manta.

- ¿Tienes frío? He traído otra manta por si acaso-

-De momento estoy bien... ¿qué más has traído en ese saco? - preguntó riendo.

-Soy una mujer prevenida- guiñándole un ojo.

-Ya veo ya... Este sitio es.... encogiéndose de hombros sin encontrar definición, - y desconocido, no tenía ni idea de que había algo así tan cerca-

-Forma parte de su encanto, escondido de los ojos del mundo, cuanta menos gente lo conozca menos lo destrozaremos-

-Nosotras seremos cuidadosas- sonriéndole ampliamente.

La morena le devolvió la sonrisa mientras acercaba la mochila para sacar el tupper y una bolsa con los bocadillos.

- ¿Te atreverás a probar esto? -

-¿Ummm, un bocata y unas croquetas en un parque semi milenario al atardecer? No se me ocurre plan mejor, dijo dándole un beso espontaneo en la mejilla.

A Natalia el gesto le pillo de sorpresa, y agrandó los ojos sin dejar de mirarla, Alba se revolvió algo inquieta.

-Lo siento- sonrojándose.

-No te disculpes- en sus labios se dibujó una leve sonrisa, acercó su mano pausadamente y acarició su mejilla con delicadeza devolviéndole el gesto.

Alba sintió una punzada en el estómago, podría acostumbrarse a aquella sensación y no cansarse nunca.

-Bueno vamos a probar- dijo acercando nerviosa la bolsa y rompiendo la tensión.

-Ya te advierto que no tienen la calidad de tus hamburguesas, pero tienen cariño puesto-

-Entonces tienen que ser los bocatas más ricos del mundo, ¿no? - ambas sonrieron.

Cuando se quisieron dar cuenta habían devorado todo, y el cielo ya había teñido su color. La vida parecía tener otras dimensiones bajo aquellas estrellas que asomaban tímidamente dibujando parábolas en el cielo, como un regalo del firmamento para los recovecos del alma.

-Tienes frío- dijo Natalia que se había tumbado boca arriba sobre la manta mirando al cielo

-No que va-frotándose las manos sobre el vaquero.

-No seas mentirosa, te veo tiritar desde aquí- poniendo cara de poker.

-Es que tengo toda la sangre en el estómago, estaba todo riquísimo-

-Con lo que has tardado en comer ya has tenido que hacer la digestión dos veces- dijo divertida

-Oyee- protestó la rubia dándole un manotazo desde su posición.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora