XXXII

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Sus ojos brillaban de forma honda y opaca, Alba repasaba la forma de su cara con las yemas de los dedos, notó que Natalia se revolvía nerviosa en su interior, quería preguntarle qué pasaba por su mente, pero tenía miedo. Siempre prefería los ojos, la piel, ahí siempre había verdad, en cambio la voz podía ser un pozo y no estaba segura de querer asomarse ahí dentro.

Detuvo la mano en sus labios, se acercó despacio, como pidiendo permiso y simplemente junto su frente con la suya posando suavemente los labios sobre los suyos, sintió como Natalia se estremeció de nuevo ante el contacto.

-Natalia- susurró con los ojos abiertos sobre sus labios. La tenía al lado, aunque por momentos le parecía que su mente se trasladaba muy lejos, como una puerta que daba a otra puerta y así sucesivamente.

Natalia entreabrió los labios y le correspondió con un beso lento, tenue, fugaz para hundirse de nuevo sobre su cuello con los ojos cerrados acomododándose entre sus cuerpos entrelazados. No quería pensar, no quería hablar, los daños colaterales de todo lo que estaba sucediendo eran inevitables, hiciese lo que hiciese alguien iba a salir herido, ella había sobrepasado todos los límites de su código ético hacia ya muchos besos, desde aquella inercia que le empujó sobre los labios de Alba en un baño, hasta aquella noche, con el alma y el cuerpo desnudos entre sus las sabanas de su cama.

Entre caricias y temblores los pensamientos fueron resbalando pesadamente por sus mentes y ya no fueron capaces de sostener el sueño rindiéndose a él entre caricias .

Apenas un rato después Natalia se despertó, como si su sueño pendiera de un hilo y bastase un suspiro para sacarla de la morada de Morfeo. Se giró levemente, el resplandor de la luna se colaba por las rendijas de la ventana de la habitación e iluminaba los hombros de la rubia cuya cabeza descansaba plácidamente sobre su pecho. No podía ver nítidamente sus facciones, pero claramente estaba en un sueño sereno. Levanto una de sus manos con temor para acariciar su espalda, nerviosa, como si hace un rato no la hubiera besado, lamido, mordido y repasado hasta la extenuación. Alba se revolvió tranquila girando levemente su cuerpo, Natalia aprovechó para salir lentamente de la cama, la contempló un momento y cubrió su cuerpo con las sabanas antes de deslizarse hacia la puerta con sumo cuidado.

La ropa de ambas, aún esparcida por aquel espacio le recordó todo lo que había sucedido hacia apenas un rato y un escalofrío implacable recorrió su espalda. Se acercó a la cocina para beber agua y se preguntó en qué lugar habría dejado su móvil, cuando lo localizó, la pantalla marcaba las 3 y media de la mañana, tenia varias notificaciones, le extraño ver varios audios de su amigo Álvaro, bajo el volumen cuidadosamente y se pegó el teléfono a la oreja. En el primero hablaba Mikel, al parecer a el y a otros dos amigos les habían robado los móviles y por eso no le había escrito antes, en los siguientes le explicaban varios de los planes que habían hecho hasta entonces, y en el último los horarios en los que aterrizarían mañana en el aeropuerto. Notó como su corazón empezaba a palpitar a ritmo de tambor y como el agua que acababa de beber se revolvía intranquila en su estómago.

Parecía como si la fiebre le hubiese subido de repente intentando sostener los extremos en los que se dividían sus pensamientos. Se envolvió con la manta del sofá y se hizo un ovillo en el sofá intentando aplacar su mente a pesar de que lo que le mas le apetecía en aquel momento era regresar a aquella cálida cama y envolverse con el cálido cuerpo de la rubia.

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Se despertó con un tacto de seda recorriendo sus mejillas, abrió lentamente los ojos y allí estaba Alba, sentada sobre el sofá envuelta con una manta y contemplándola en silencio mientras llenaba su piel de besos tiernos y tranquilos.

La ausencia de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora