Capítulo 42

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Volver a ver a mis hijos, es justo lo que necesito para entender que necesito ser fuerte por ellos. Necesito enfrentar mis miedos, necesito superar lo que claramente no he superado y necesito cerrar esta ciclo de autodestrucción que solo tuvo una pausa de tres años.

Los tres se abalanzan a mi y nos fundimos en un abrazo interminable. Ya estaban esperando en la cabaña de Evan, la cual no es una cabaña, si no una mansión de madera.

Para mi sorpresa, Caleb abraza a Evan que lo despeina en señal de saludo. Estoy a punto de llorar, porque sé que Caleb no es cariñoso con ningún hombre a parte de mi hermano Samuel y mi padre, ni siquiera Kai logró ganarse su confianza.

Mamá me observa a la expectativa, creo que espera que me rompa o que estalle pero de alguna manera logro sobrellevar todo este torbellino.

Los días en la cabaña son idílicos y a la vez caóticos. Evan y yo, tratamos de llevar este inicio de relación de manera privada, porque no quiero que los niños se involucren y sufran. A Evan no le hace ninguna gracia, pero no tiene más remedio que aceptar. Sabe que con mis hijos, no estoy dispuesta a arriesgar nada.

Todas las noches, salimos a pasear por el bosque cuando los niños y mis padres están dormidos, es nuestro momento, un momento que nunca tuvimos, porque nunca estuvimos completamente solos, siempre éramos nosotros y alguien más, aunque no estuvieran físicamente.

-Dentro de unos días, tendremos que regresar- me dice Evan nostálgico.-Tienes cita con los abogados.

-Lo sé, lástima, este lugar es... un bálsamo de paz- le digo apretando su mano.

-Podríamos regresar, no necesitamos quedarnos en la ciudad.

-No puedo pasar la vida ocultándome, además los niños tienen clases.

-No quiero que sufras Cassi.

-No te preocupes por eso- le digo con una risa amarga- ya estoy acostumbrada, tengo la piel gruesa.

-No quiero que vuelvas a sufrir, no si yo puedo evitarlo.

En ese momento, dejo de caminar y hago que Evan me mire, puedo ver su rostro a la luz de la luna, un rostro hermoso, que me mira lleno de amor y preocupación, pero justo eso, es lo que me abruma.

-Evan, no puedo hacer esto así- le digo.

-¿Que quieres decir?- me pregunta asustado.

-Tranquilo, no te digo que voy a huir, te prometí no huir más- le digo sonriendo.-Pero no puedes ser responsable de mi felicidad o sufrimiento. Puedes evitar hacerme daño, pero la vida de alguna u otra manera, va a lanzarme cosas que me harán sufrir... y aunque reconozco que no he sido la mejor persona para lidiar con las crisis, tu amor, no puede borrar lo que he vivido. No puedes apagar el botón de esta desesperanza que siento día y noche. Eso, solo lo puedo hacer yo... y si no puedo hacerlo no es tu culpa...

-Cassia, me estas preocupando- me dice Evan sujetando mi rostro.-¿Estas mal? ¿Te sientes mal?

-Todos los días, desde que me drogaron y me violaron me siento mal. Es una mancha negra que nunca se va. Hay unos días mejores, otros peores. A veces una tontería me hace llorar y meterme en la cama, otros días, por alguna extraña razón, estoy fuerte y puede enfrentar al mundo. Pero no puedo hacerlo si estas observando todo el tiempo como si me fuera a romper. Necesito que seas mi amante, mi compañero, mi amigo... pero no mi guardián o mi juez.

Evan me mira por unos segundos asimilando lo que le estoy diciendo. Así que decido decirle todo.

-Cuando nos conocimos... eras tan increíble, un luz tan brillante que no solo me deslumbraste, deslumbrabas a todo el que se te acercaba. Tanto que me olvidé de ser yo y me volví tu sombra. De alguna manera, no podía entender que me quisieras, porque todos querían algo de ti y yo... lo quería todo, lo que me dabas nunca fue suficiente y siempre estaba esperando que me fallaras. Pero al mismo tiempo tenía miedo de pedirte algo, por miedo a perderte.

Todo lo que pudo serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora