Capítulo 1

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Brixton (Londres)


Fue una de las decisiones que más me costó tomar, pues no era lo mismo ir de viajes con la idea de volver que salir de tu país con la iniciativa de quedarte por un tiempo indefinido. No sabía si pudieran ser unas semanas, meses, quién sabe.., quizás al final fuesen solo unos días. Pero volvía otra vez a estar en Londres, después de veinte meses desde la última vez. Durante ese periodo de tiempo, viajé, durante cuatro meses diferentes países de Asia. Cuando regresé estuve una temporada trabajando y volvi otra vez a salir de aventura. Esta vez no fueron unos meses, los viajes que hice fue a un par de países con una duración de quince días. Me daba igual dormir en un hotel de una estrella, una pensión o al raso. Y comer a base de bocadillos, emparedados o latas de conservas. Latas fueron muchas, hasta mi hermano Santi llegó a decir que con tanta conserva cogería al final el escorbuto. Y lo único que conseguiría con los bocadillos que me comía —más grande que mi brazo—, era un tapón en el culo.

Los trabajos no fueron exactamente lo que me hubiese gustado como otras veces, que es la jardinería. Hice un poco de todo, desde pintar, de peón en alguna chapuza, hasta estar en alguna fábrica de trabajo en cadena, esto último era lo que menos me gustaba, estar encerrado durante ochos horas haciendo un trabajo monótono y a la vez estresante. Fueron trabajos temporales de tres o seis meses. De lo que estaba seguro, era que no iba a volver a trabajar en los negocios que tuve en el pasado, que me dejó bastante dinero y la dignidad por los suelos.

Fue una llamada de mi buen amigo Cameron, con quien hablando sobre la situación laboral del país me comentó la posibilidad de ir a Londres a trabajar. No estuve muy seguro con su propuesta, más aún, sin tener una carrera. Si los que estaban emigrando ha diferentes países de Europa se las veían mal para conseguir puesto de trabajo teniendo carrera universitaria, yo que no tenía ninguna encontrar trabajo iba a ser misión imposible. Aunque sí tenía la secundaria, no la acabé en su momento cuando iba al instituto, pero la estancia en la cárcel la aproveché para hacerlo. Como también la suerte de compartir ese tiempo encerrado junto con Cameron para que me enseñara el idioma. Tampoco era una situación que me fuera a preocupar en exceso, ya que estuve en más de una ocasión en abrir mi propio negocio. No es que tuviera un gran capital, aunque si el suficiente para hacerlo. Por supuesto, siempre un negocio relacionado con las plantas. Sin embargo me había convertido en un trotamundos y las nuevas y sanas experiencias que estaba consiguiendo me enriquecían.

Dos semanas después volvió a llamar con la oferta de un trabajo que no iba a poder poner ninguna objeción, el cual estaba relacionado con la jardinería. A pesar de ello necesité de unos días para decidirme. Cameron me dio un plazo límite de tres días, más no podía, la persona que necesitaba ayuda en su negocio le urgía pronto una respuesta.

¿Qué es lo que podía perder? No tenía que rendir cuentas a nadie con mis decisiones, como mucho a mi madre que puso alguna que otra objeción —a pesar de tener una edad muy razonable—, instándome a que me quedara y abriera mi propio negocio.

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