Llegó el mes de mayo y con él, su primer aniversario de estancia en Inglaterra. Ocho meses oficiales como pareja era lo que llevábamos juntos, para sorpresa en su día de muchos, sobre todo todo en la empresa. Unas semanas atrás comencé ha organizar una cena en la que —amigos de él y mios—, pudiéramos coincidir todos juntos. Claro está, para los que vivían aquí, en Londres. Tanto Santi y demás amigos del pueblo fue imposible que vinieran. Nos quedaba el próximo verano para reunirnos con ellos.
Desde la primera vez que me presenté en él, cuando fui a buscarlo, una vez más estuve de regreso, pero ésta acompañada de Roko. De vuelta a Inglaterra nos acompañó Elvira. Se quedó una semana en mi casa para mayor comodidad. Aunque el idioma no lo manejaba lo suficiente, se defendió bastante bien. No como mi madre, que no sabía ni erre del español, y le hizo de guía durante su estancia, mientras nosotros por motivos de trabajo no podíamos. Aunque a duras penas por el inconveniente del idioma, se lo pasaron bien. Siempre estaba las manos para comunicarse por señas, como decía mi madre o, hablar en alto porque crees que de esa forma te van a entender mejor, como decía Elvira.
Poco a poco fui invadiendo el apartamento de Roko. Empecé a quedarme en él un día o dos a la semana. Decía que me ahorraría tiempo para ir a trabajar si me quedaba con él. Tuvo razón. Y de unos pocos días, llegué a quedarme casi todos, exceptuando los fines de semana que nos íbamos a la mia. Los pocos cambios que hicimos en el apartamento, fue cambiar las cortinas porque estaban raídas por Romeo. Nos decantamos por unas de lamas de madera clara. Se podía regular dejando paso o ocultar la luz exterior y, subir y bajar para que al gato no le molestara o rompiera. Lo siguiente fue un sofá un poco más grande que colocábamos delante de la puerta que ocultaba la cama y había que retirar cuando nos acostábamos.
Volver a trabajar fuera del país durante largos periodos de tiempo como había sido costumbre, lo descarté. No obstante, salía a menudo de viaje por negocios. A veces dos días, tres…hasta llegar en alguna ocasión, un máximo de una semana. Hecho que nos ocasionaba alguna que otra pequeña discusión. No todo iba a ser de color de rosa.
Era lo peor que llevábamos. Sobre todo él. Me acompañaba al aeropuerto casi sin dirigirme la palabra y después se despedía con un beso apasionado y me decía: «Para que recuerdes lo que te pierdes».
La vuelta era igual, él esperándome y con un beso que lograba doblarme las rodillas. Pero entonces cambiaba la frase: «No sabes cuánto me he acordado de ti».
Esa forma de ser, era la que me tenía enamorada.
Aprovechando la buena tarde organizamos una cena en la azotea. Llegaron hasta el apartamento de Roko: Sonia e Ian con los niños y Mark. Brenda junto a Cam y Katia. Carol y Lisa —la cual no trajo consigo a su hijo Dominic ya que sus padres llegaron desde Estados Unidos a pasar unos días y se hicieron cargo del pequeño— y, Evangeline, junto con Owen y Marie. La relación de su jefe con ella fluía de manera sosegada. Haciendo sus escapadas de un país a otro cuando el trabajo se los permitía.