Capitulo 6

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«-¿Cómo puede decir eso? -Mis manos se aferraron a la mesa, impotente

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«-¿Cómo puede decir eso? -Mis manos se aferraron a la mesa, impotente.

-Lo siento, no quise hacerla sentir mal, pero es mi forma de pensar.

-Pues debería ajustarse a dar sólo su opinión como médico, no personal. Porque no se la he pedido.

Salí dando un portazo. Empecé a correr y todas las personas que habían en la clínica me miraban, algunas comenzando a señalar con el dedo. Salí al exterior con la moral por los suelos. Busqué un rincón fuera de cualquier mirada. Me agaché ocultando mi rostro entre mis piernas a las que rodeé.

Lo estaba llevando bien después de tanto tiempo, y ahora, ese comentario había vuelto hacer mella en mi. Tal vez, no me había hecho a la idea como creí, y escuchar lo que dijo fue la señal para poner las barreras, porque tenía razón. No debía estar con nadie... Porque esa persona tarde o temprano sería infeliz junto a mi.

Infeliz junto a mi... Infeliz...Me agité cuando una mano agarró mi brazo».

No es hasta que abrí los ojos y mis pupilas empezar a adaptarse a la penumbra, para darme cuenta que estaba en casa de Roko. Y que la mano en mi sueño era la suya, despertándome.

-Alice, ¿qué ocurre?

-Ha sido un sueño -contesté dándole la espalda. Sentí como su cabeza se hundía en la almohada.

-Parecía más bien una pesadilla. -Su mano presionó con suavidad mi hombro, a la vez que un suspiro salió de él-. Tranquila, vuelve a dormir.

Y así lo hice. Volví a dormirme.

Desperté a causa del halo de luz que se coló a través de una abertura de la cortina. De vuelta me pasó igual que en la madrugada por la pesadilla. Durante unos segundos tuve que centrar mi vista en un punto fijo para saber dónde me encontraba y, con un tremendo dolor de cabeza. Respiré hondamente recordando el mal sueño que se había repetido muchas veces, e igual a como ocurrió hace unos años. La misma consulta, el médico, la clínica, todo se reproducía de igual manera como sucedió. Pero esta vez fue más corto, que alertara a Roko hizo que no fuera a más y no acabara tan asustada como otras veces.

-¡Oh, Dios mío! -exclamé al recordar.

¿Quién dijo que no te acuerdas de casi nada cuando te emborrachas? Me levanté de sopetón de la cama. Fui al baño y lavé mi cara. Al mirarme al espejo había una nota pegada en él.

«Te dejo un cepillo de dientes nuevo. Que conste que me da igual que uses el mío. Pero ahora y despejada, no querrás utilizarlo como anoche lo hiciste».

A un lado del lavado estaba el cepillo aún sin abrir dentro de su envoltorio. No lo utilicé, me enjuagué la boca varias veces con la mano. Recordé cuando me manché el vestido con la pasta de dientes. Recordaba casi todo. Bailé con Roko en la calle. Los vómitos de Katia y míos.

Mi buen amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora