Capítulo 9

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Cuatro arañazos en la pantorrilla derecha y otros tantos en la izquierda, más los que llevaba en los brazos, los cuáles son un poco más que en mis extremidades inferiores

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Cuatro arañazos en la pantorrilla derecha y otros tantos en la izquierda, más los que llevaba en los brazos, los cuáles son un poco más que en mis extremidades inferiores. Era el modo de proceder de Romeo Mercucio para agradecerme lo bien que lo cuidaba. No le decía yo, era el razonamiento al que llegó Evan. Ella llevaba también unos cuántos, y fue la prueba por la que Owen al final descubrió que teníamos un gato. Se molestó con su nieta, conmigo y con el minino. Nos costó convencerlo y al final accedió a que se quedara. La condición impuesta fue no verlo por la tienda. Temía a que pudiera hacer algún estropicio. Por muy raro que pareciese nunca había hecho destrozo alguno a las plantas, tomates cherry, fresas y lechugas que planté en la azotea.
Le compré un rascador con forma de palmera y unas pequeñas pelotas para jugar, a pesar de ello, le gustaba de vez en cuando hacer de Tarzán, colgándose de la colcha y las cortinas, ahí, si que hizo una pequeña mutilación. Tampoco podía pedir peras al olmo cuando aún era muy pequeño.

Ahora mismo me estaba haciendo compañía mientras regaba mis rosas favoritas y la reducida huerta; la cuál tenía mezclada con mis flores por no disponer suficiente espacio. Y el resultado de la extraña combinación estaba siendo óptima sin problema alguno.

-¿No crees que más que un jardín, lo que tienes es una pequeña selva? -preguntó Cameron cuando entró en la terraza con dos latas de cerveza en mano-. Y...¿Por qué solo rosas? Están muy vistas, a las mujeres les gusta que les regalen una flor exótica o una sencilla.

Había comenzado sus vacaciones, pero Katia este año no las iba a coger por el poco tiempo que llevaba abierta la peluquería situada al lado de la jardinería. Lo iba a tener más de un día rondando por mi casa. Como ahora mismo y ayer. Aprovechando mi terraza y acostándose como estaba haciendo en estos momentos sobre una de las tumbonas que había comprado.

-Mi jardín y huerto urbano lo tengo controlado -cerré el agua y recogí la manguera-. Las rosas plantadas son para mi, no para regalar. Sobre todo las rojo burdeos aterciopelado, mi predilecta; es exótica, sencilla y además elegante. Eso no quita que quieras un día llevarte alguna para tu novia y... he puesto en una bolsa unas lechugas y cherrys para que te lleves. Que pena no tener más espacio para plantar unos pepinos y unas matas de tomates grandes para poder hacerme un gazpacho de mi cosecha. -Antes de que abriera la boca proseguí-. Y no vayas a quejarte, que no son para ti. Ya sé que no te gustan, pero, si a Katia.

-Vas a hacer que se vuelva vegana con tanto verde.

Me recosté en la tumbona de al lado.

-¿Y qué hay de malo si así fuera?

-Lleva unas semanas que se ha empeñado en comer verdura y me las hace comer. Ha reducido el consumo de carne.

-¿En todos los sentidos? -Cam soltó un rebufo y yo una carcajada-. Eso es porque se preocupa por ti y que yo sepa el fish and chips lo comes a menudo.

Mi buen amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora