—¡Cam! Me llevo a Alice fuera —me hizo un gesto indicativo con la mano que iba a hacer lo mismo con Katia.
La equivocación en el metro y después la búsqueda del lugar donde habían llevado el coche, demoró a que llegáramos con casi dos horas de retraso. Un tiempo precioso perdido que aprovecharon ellas a coger tremenda cogorza.
—Es-estoy bien —observé como alzaba su mano llevándola a mi cara. Me preparé para otro bofetón. Por lo menos esta vez no me cogería de imprevisto.
—No lo estás —la tomé en brazos al ver que tropezaba.
Me sorprendió cuando su mano acarició mi pómulo y descendió con suavidad por mi barba. Detuve unos segundos el paso, sosteniéndola en peso, para observar sus rizadas pestañas y ojos celestes adormecidos por la ingesta de alcohol. Me sonrió y, ahí estaban los hoyuelos que siempre había provocado tener que morderme el labio, para no morder los suyos. La caricia descendió al cuello, acunó la cabeza entre él y mi hombro.
Vi a Cameron que giró en la esquina del local, me extrañó que lo hiciera pues era un callejón sin salida. Lo seguí. Sostenía a Katia por la cintura en tanto ella vomitaba. Alice se removió inquieta al ver su estado y comenzaron las arcadas. La dejé en el suelo. Apoyó sus manos en la pared y se inclinó, comenzando con la vomitera.
El alcohol, sumado al tufo maloliente del callejón, fue desencadenante para que sus cuerpos expulsaran todo la comida que hubieran ingerido durante el día.
Cam me ofreció unos pañuelos de papel que sacó del bolso de su novia. No me había dado cuenta de que Alice no llevaba el suyo, lo más seguro lo tendría Brenda guardado. Limpié su boca y salimos de la callejuela.
—Tardamos media hora más, y las hubiésemos encontrado en un coma etílico —dijo Cameron— ¿Cómo han podido beber tanto?
—Es el cumpleaños de Alice —contestó Katia y empezó a mover su cuerpo en un ligero balanceo. Quería seguir con la fiesta.
—¡Habla! —exclamó con sorpresa Alice.
Cam comenzó a reír. Sabía lo que ocurría, ya me avisó una noche que estábamos de copas los tres, y Katia después de una segunda bebida no quiso nada más. Cuando bebía, llegaba un punto que dejaba de hablar, aunque le preguntaras. Y hasta que no vomitaba, las palabras no salían de su boca. Pero desde que la conocí no hubo ocasión de comprobarlo.
—Claro, tiene dos hermosas cuerdas vocales en su garganta —le dije y esbozó una sonrisa cerrada y enigmática que me hizo reir—. Ahora ya sé de donde viene «La sonrisa de la mona Lisa».
Cameron soltó una carcajada.
—Roko, en el caso de Lisa, «mona» es un diminutivo de «madonna», que significa señora en italiano.
—Pues en el mio es dormirla en el coche después de estar de fiesta. —Rodeé con mi brazo la cintura de Alice, y comenzamos a caminar en dirección al coche. Se encontraba estacionado a bastantes metros de donde nos encontrábamos.