Capítulo 11.1

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-Te quedaste contando cuando tu familia tuvo el primer bache al cerrar el taller de mecánica donde trabajaba tu padre. -Me recordó Alice.

-Durante un par de años nos quedamos en la misma casa, pero después nos fuimos a vivir al pueblo de mi madre. Al principio vivimos una temporada en casa de mis abuelos. Cuando comenzó de nuevo mi padre a trabajar, no de lo que le gustaba, lo hizo en trabajos de campo y alquiló una casa de un matrimonio que vivía en Barcelona y por su edad dejaron de ir al pueblo.

-¿Te influyó ese cambio?

Negué con la cabeza como si me estuviera viendo. Estaba a bastantes kilómetros, pero oír su voz me hizo sentir que estaba a mi lado, a un simple tanteo con mis dedos.

-No. El pueblo lo conocíamos al dedillo. Para entonces yo tenía siete años y Santi casi cuatro. Estaba a escasos kilómetros desde donde vivíamos. Y normalmente siempre íbamos los domingos a comer. También en la época de vacaciones pasaba mucho días en casa de mis abuelos. Pero a mi padre le afectó no volver a encontrar trabajo de lo suyo. A pesar de que no se quejaba de trabajar en otros oficios, lo echó en falta. Mi madre, por cierto se llama Elvira, trabajaba en las temporadas altas, normalmente de camarera o cocinera. Siempre animó a mi padre diciéndole que trabajando los dos podrían ahorrar y que abriera su propio taller.

-La economía en la familia no es ninguna tontería. No tener para montar un pequeño negocio debe ser frustrante. No puedo decir lo mismo de la mía, a la que nunca le ha faltado nada. La empresa la fundó mi abuelo, antes ya, el padre de él tenía una ferretería. Cuando empezó con la constructora solo era el servicio de material y obreros, cuando mi padre y sus hermanos comenzaron en ella, se amplió teniendo su propio equipo de ingenieros y arquitectos. Mi madre era de una familia humilde, nada que ver con la de mi padre.

La primera vez que entré en la RJH Greene, no hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta, la suma astronómica de dinero con la que lidiarían. En las oficinas había mucho personal contratado, y fuera debía ser mayor número. El edificio en sí era grande, no en altura, pero si tenía un diámetro considerable y los departamentos por los que me pasaba a revisar las plantas tenían buena amplitud.

-En ese aspecto eres una privilegiada. Aunque los negocios en empresas tan grandes debe ser un gran trastorno.

Escuché como suspiró. Fue hacerlo y empezar a imaginar desde el lugar desde donde estaría llamándome, supongo sería desde la habitación del hotel, en la cama, como estaba yo ahora mismo. Nunca encontraría las palabras exactas para describir a Alice. Su piel nívea, la cual resaltaba con el rosado de sus mejillas. Hasta el tono de su voz tenía el color de ellas. Su cabello a veces ondulado, a veces lacio. Sus ojos, azul cielo con el sol y lapislázuli en días nublados. La suavidad en su piel...¿Cómo se encontraría? ¿Estaría en pijama? ¿En ropa interior?... Dios mio, no hacía falta que nadie me flageara, yo solo me bastaba.

Mi buen amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora