Capítulo 13.1

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—¿Tan temprano despierto, Owen? —pregunté, bajando los dos últimos peldaños de la escalera.

—Llegué anoche muy cansado y he dormido de un tirón. —Se inclinó para coger unas de las Caléndulas para llevarla hasta la mesa—. Los colchones del hotel eran buenos, pero no he dormido igual de bien como en mi cama.

Cuando Owen me llamó para indicarme a la hora que aterrizaría su vuelo para recogerlos, aproveché para dejar a Alice en su casa, ya que, aunque me desvié un poco, no quise que cogiera un taxi. Fue el medio de transporte que cogió cuando se presentó el sábado por la noche, en vez de hacerlo en su coche. Y el acercarla, fue un tiempo extra que pude añadir hasta que nos volviéramos a ver.

Para trabajar utilizaba una vieja camioneta de mi jefe donde transportaba las plantas y herramientas, pero me dejó las llaves de su coche —que por cierto utilizaba poco—, para llevarlos cuando marcharon y luego recogerlos. El encuentro con ellos fue de lo más cómico. Una Evangeline corriendo cuando me vio, trepando por mi cuerpo como una araña. Donde las palabras salían atropelladas por su boca, queriendo contar en diez segundos la experiencia de toda una semana de viaje. Owen fue otro cantar. No de opera, blues o soul. Tampoco de jilguero o canario. Lo suyo fue un quebranto, un lamento, un quejido de saeta desde un balcón en Semana Santa.

—Si para el próximo verano sigues trabajando aquí, te pago el viaje y la acompañas tú— me susurró al oído antes de acceder al interior del coche.

—Eso es por la falta de costumbre, hombre. —Me aproximé hasta la mesa—. ¿No dirás que no ha sido una buena experiencia?

Owen me fulminó con la mirada, más aún, sabiendo y viendo el estado derrotado en que llegó. De hecho, el viaje que tenían que hacer a Durham para visitar a su hermana como cada año, lo anuló.

—He disfrutado, sobre todo , al ver lo bien que se lo ha pasado Evangeline. —No me cabía la menor duda que había sido asi. Durante el trayecto en coche hasta llegar a casa, miró emocionado y con ternura a su nieta, la cual fue relatando las atracciones y espectáculos de Disneyland. También los museos y barrios parisinos que visitaron. Por supuesto, no faltó la experiencia de subir a la torre Eiffel—. Pero ir con un torbellino al lado, hizo que no pudiera empaparme como me hubiese gustado de la ciudad. Así que, para la próxima vez, se va contigo y yo aprovecharé para volver a París... solo. Recorrer sus barrios, relajado, sin prisas y no a empellones, sin… Ahora, vamos aquí. Ahora, vamos allá.

No pude contener el que me riera, y me sorprendiera el que quisiera volver a París. Si no fuera porque Owen era un hombre muy de estar en casa, me daba que pensar. Fue cuando observé un ligero rubor en sus mejillas.

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