Había pasado una semana desde que mi padre sufrió el amago de infarto. Era recordar la llamada de Harry y volver a sentir el mismo escalofrío de esa noche azotándome la espalda. A pesar de avisarnos cuando supieron como se encontraba y llamarnos para nuestra tranquilidad. El susto lo llevé incrustado en el cuerpo hasta que vi con mis propios ojos que era verdad.
Jenson, mi padre, el mayor quejica que hasta ahora conocía, el cual si a algún miembro de la familia le dolía algo; él tenía la misma dolencia e incluso le dolía más, haciendo su actuación merecedora de un Óscar. Me sorprendió su serenidad, tanto, que llegué por momentos a sugestionarme que era el anticipo de la calma que precede a la tormenta. Ahora estaba bien o como decía él: perfecto. Fue la primera vez que nos vio tan asustados que, se dedicó a gastar alguna broma o contar anécdotas para hacernos reir. Esta vez era mi padre al que le tocaba cogerse unas vacaciones forzadas. Su convalecencia hizo que tuviera que ocupar su puesto. Todo conllevó a estar en reuniones, teléfono en mano y visitas a obras, a veces con Harry, pero la mayoría con Ray.
A Roko en lo que llevaba de semana lo veía de casualidad, escasos minutos, lo justo para saludarnos, y no todos los días. Tuve que aplazar que siguiera contándome, pues el poco tiempo que tenía cuando llegaba a casa, solo quería dormir y desconectar. Sus llamadas eran para saber como me encontraba o como decía: para saber si seguía viva. Pero llevar mi trabajo, más el de mi padre, estaba siendo agotador, porque a pesar de que en mi departamento éramos bastantes, lo eran más los proyectos que teníamos entre manos. No obstante, conseguimos adelantar mucho trabajo. Llegó el dia que pude tomar un respiro. Eso hizo desear ver a Roko. Las ganas de hablar con él y siguiera contando de su vida eran cada vez mayores.
Otro de los acontecimientos inesperados el cual me tenía apurada desde que estuve en Cardiff, fue Koby. No sabía de qué forma tomarme su insistencia diaria de invitarme a una cita. Mis respuestas siempre eran una negativa. Su perseverancia era igual de pesada que su paseo por el despacho de mi padre que ahora ocupaba, al que acudía con cualquier pretexto de trabajo con el que acababa con insinuaciones sutiles, evocando lo grato que fue los días que salió conmigo y lo estúpido que fue cuando le conté mis temores, prefiriendo dejar lo que tan ni siquiera comenzó.
Desvié mis ojos del portátil hasta la puerta al sentir dos golpes, y tras ella una vez abierta la presencia de Harry.
—Hoy te salvas de una salida al exterior —dijo con mucha guasa nada más entrar.
—Tú lo has dicho, hoy, que acaba la semana laboral. Pero empezaré el comienzo de la siguiente con unas cuantas.
—Quería comentarte... —carraspeó antes de proseguir—, sobre lo que se habló de la guardería que propuso Lisa.
«Vaya, esto no me lo esperaba.»
—Dijiste que no te interesaba.
—Y sigue sin hacerme a la idea, pero lo comenté un par de días después con tu padre y Ray pensando que se reirían, y resulta que les agradó la idea.