Capítulo 13.3

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Me acerqué lo bastante para tenderle la mano y presentarme

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Me acerqué lo bastante para tenderle la mano y presentarme. Era un tío guapo, elegante y bien peinado. Con «apariencia» de educado y respetuoso, pero en su caso, éstas, engañaban.

—Soy Roko —me presenté y ofrecí la mano con sorpresa—. El jardinero que está arreglando la terraza.

—Sé quién eres. Te he visto alguna vez de pasada. —Mira por donde nunca me percaté, puede que lo hubiese pillado mucho antes. Seguí con la mano en el aire. Hasta que tendió la suya y se presentó—: Koby Henderson. Arquitecto de RHJ Greene. ¿Qué era eso de que tienes algo…?

No acabó su pregunta. Supo al estrecharme la mano de que se trataba. Lo miré fijamente y, aproveché la que tenía libre para colocarla encima de la unión de ambas cuando quiso separarse después de que acabara su rimbombante presentación. Tal vez, debí presentarme como: «Gabriel Armendáriz. Jardinero de Baker e Hijo».

—¿Lo sientes? —Sus ojos centellearon—. Se te cayó en una de las plantas y he venido a devolvértelo.

Quité las manos dejando la prueba del delito en su palma. Él se quedó con la suya abierta. Lo observó con repulsa y una mueca de asco.

—Esto que acabas de hacer es una guarrada.

—Fíjate, es lo mismo que deben pensar ellas y, también yo, cuando lo haces tú. —El tal Koby estaba realmente ofendido—. La diferencia, es que ellas no pueden hablar y decir lo que piensan, tampoco echar a correr cuando te ven. No me  queda otra que ser su portavoz y piernas. Así que te pido, por favor, que no lo vuelvas a hacer.

—No me lo puedo creer. ¡Es un vegetal! —espetó, enojado—. ¿Te gusta humillar a las personas, jardinero?

Hubiese querido zanjar el tema pronto. Estaba casi seguro que Alice ya estaría comiendo. Y esta conversación se iba a demorar más de lo creía.

—Es un ser vivo y merece respeto como cualquier otro. —No se bajaba del burro. Su tono y postura era prepotente—. Quería pagarte con la misma moneda, para que comprendas lo que se siente. Si hubiese querido humillarte hubiese puesto un cartelito escrito en él: «Prohibido tirar chicles con sabor a regaliz en las plantas». Lo cual, todos en la empresa, incluidos jefes, lo hubiesen leído y se habrían dado cuenta de quién era. No a todos les gusta ese sabor y tú los tomas a puñados. En mi poder tengo una pequeña colección.

Se irguió y levantó la barbilla.

—¿Eres el defensor de la naturaleza? ¿Te crees un héroe, por ello? —preguntó y sonrió con sarcasmo—. Deberías trabajar en Greenpeace. Tanto amor por ellas me deslumbra.

Mi buen amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora