Capítulo 2.2

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Lo más seguro estuviera de viaje y estaba viendo las tiendas de jardinería

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Lo más seguro estuviera de viaje y estaba viendo las tiendas de jardinería. Si, seguro era eso, le gusta la flores. Había que empezar con el protocolo de los saludos que emprendieron una carrera. Seguramente a este paso debido a mi lentitud a reaccionar debían estar por el desierto del Gobi. Mientras tanto, en el aire aún fluctuaba el siseo de mi nombre cuando lo pronunció. Me daba ganas de mover los brazos para espantarlo. Todo está incertidumbre e inseguridad no existiría si hubiera tenido valor en responder su correspondencia.

«Di algo, Alice».

—¿No crees que el mensaje de tu camiseta puede traerte problemas? —pregunté de carrerilla.

«Hola, Roko ¿Cómo estás?», lo dejé dentro de la caja con las semillas. Como la educación y quince años menos. Ver la expresión en su cara me hizo cortar la respiración, pero debió hacerle gracia porque segundos después sonrió.

—No lo creo. —Sus manos fueron hasta el bajo de su camiseta negra que estiró dejando ver aún más claro el mensaje impreso—: Tu novia, nos engaña —leyó—. Estaba entre ponerme ésta u otra que dice: Me ha costado treinta años estar así de bueno.

—En ambos casos, aunque la segunda marque una edad, son camisetas para adolescentes. —Roko y sus ocurrencias.

—¡Que va! —exclamó cambiando el peso de una pierna a otra, para después hacerme un barrido de abajo hacia arriba. Carraspeé—. Para camiseta de adolescente hormonado, fue una que compré cuando tenía dieciseis años en la cual estaba escrito: “Control de alcoholemia, sople aquí”. Creo que no hace falta que te indique la dirección que apuntaba la flecha. Luego de ponérmela unas cuantas veces la guardé, y un par de años después la utilicé para limpiarme las manos cuando cambiaba el aceite del coche.

—No tuvo que surtir efecto para tener que encomendarle la misión de trapo quita grasas —aseguré y volví a sonreír.

—A esa edad, uno cree que una prenda con una frase graciosa te va ahorrar la mitad de camino o el camino entero para conocer a una chica —argumentó—.  Subestimé en aquella época a las chicas pensando que daría resultado. Sabía que el mensaje iba a quedar solo como un anuncio, pero no que salieran corriendo.

—Y, ¿la de ahora? ¿Tiene algún propósito?

—Sacar de quicio a una persona —auguró—. No hubiera hecho falta la camiseta para hacerlo, pero llevarla sería la guinda del pastel.

A pesar de mi falta de tacto después del tiempo que no lo veía, me hizo sentir aliviada. Y sin dilación, Roko había hecho en apenas unos minutos sacarme dos sonrisas y con ellas de regreso del Gobi los saludos que habían echado a correr.

—Después de tanto tiempo sin vernos, comenzar con una pequeña y atípica charla,  sobra preguntar cómo estás. Te veo muy bien, Roko.

Era evidente que su trato afable y natural permanecían inmutables. Elevó un poco sus brazos con las palmas de las manos hacia arriba, que habían permanecido hasta ahora inertes a cada lado de su cuerpo. Giró despacio sobre si mismo.

Mi buen amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora