Capítulo 11

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—No te muevas o saldrá torcida —espetó Evan. Dándome un par de tirones en el pelo para que me mantuviera quieto. Un hecho que dio lugar a que mi cabeza se moviera lo mismo que el péndulo de un reloj de pared.

—Tampoco puedo estar con mi cabeza rígida mientras trabajo, Evan - exhorté.

—Roko tiene razón, Evangeline —añadió Owen, mirándome desde el lado de la mesa donde estábamos trabajando—. Estamos haciendo unos trasplantes. Deja la peluquería para otro momento.

Evan soltó unos de sus bufidos y también mi pelo, en el cual llevaba varios intentos fallidos para hacer una trenza.

Estábamos trasplantando unas Monsteras Deliciosas o como comúnmente las llamaban, Costillas de Adán. Aún siendo pequeñas todavía, eran plantas que llegaban a crecer mucho, hasta llegar hacerse enormes, y, a éstas, por el drenaje de las macetas empezaban a asomar sus raíces pidiendo a gritos un cambio. Más los arreglos con unos tutores a unas trepadoras, estaba siendo un día de bastante trabajo, tanto fuera de la tienda como en ella.

—Por más que Katia en su peluquería me ha explicado como se hace, no me sale bien —comentó resignada—. Luego, mis amigas no se dejan para que practique con ellas.

—Y como último recurso siempre estoy yo, que termino cediendo cuando se te mete algo en esa cabeza tuya -añadí.

—Pero sabes que te recompensaré.

Sacudí mis manos retirando los restos de sustrato y rodé con el taburete giratorio quedando delante de ella.

—¿Lo sé? ¿Seguro? —pregunté, incrédulo—. Déjame recordar... Te ayudo en el ensayo de la obra, tanto es así, que sé todos los diálogos de ella. Cuido a Romeo Mercucio. ¡Ah.., chitón! —La callé cuando fue abrir la boca para protestar cuando dije el segundo nombre del gato—. Creo que tengo todo el derecho del mundo llamarlo también como a mí me gusta, y ahora mi cabeza se ha convertido en la del maniquí de Giochi Preziosi—. ¡Por el amor de Dios, Evangeline! —exclamé exaltado y Owen prorrumpió en carcajadas—:  ¡Merezco la mejor de las recompensas!

—Te expresas como un antiguo —dijo y apoyó su mano en la cintura.

—¿No será a causa de que llevamos ensayando dos meses todo un clásico de la literatura inglesa? Porque tú sólo dices tu papel y yo tengo que leer varios. No me extraña que a este paso me vista igual que ellos; con mallas, chaquetas aguatadas con hombreras y a un costado la espada envainada.

—No creo que te quedara muy bien. Eres muy grande y como dijo Cam cuando estuve con Katia en la peluquería... estás engordando.

—A Cameron lo que le ocurre es que su novia le hace comer más verdura y como le doy lechugas y tomates, es su manera de vengarse conmigo. Y por cierto, todo lo que me pongo me queda estupendamente.

Mi buen amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora