Capítulo 18.1

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Fue extraño que después de todo lo que pasó, llegara a casa, me quitara el vestido —el cual manché de sangre cuando toque los labios ensangrentados de Roko— y me durmiera nada más me tumbé en la cama

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Fue extraño que después de todo lo que pasó, llegara a casa, me quitara el vestido —el cual manché de sangre cuando toque los labios ensangrentados de Roko— y me durmiera nada más me tumbé en la cama.  Lo único que hice antes de acostarme fue llamarlo, pero no cogió la llamada. Le envié mensajes y ninguno de ellos marcó como leídos. Decidí esperar e intentarlo al día siguiente.

La prontitud en acostarme hizo que a las cinco de la madrugada estuviera despierta. Todo fue en vano cuando sobre las siete de la mañana después de dar un montón de vueltas por la casa, ducharme, probarme por primera vez el kimono que me regaló —el cual cogido con un alfiler en un extremo de él, había una pequeña nota: «hay tutoriales para saber como se pone cada prenda» «si no lo consigues a pesar de ellos, no dudes en avisarme y te ayudo». Muy propio de Roko—, me tomé un café y volví a intentar hacerme con él. No conseguí ni el tono del teléfono cuando volví a llamar: estaba inactivo. Y los mensajes continuaron sin ser leídos. Pero insistí en ello, grabando unos audios y bastante cabreada.

Me desesperé.

La jardinería los sábados abría media hora antes porque por la tarde estaba cerrada y, Roko se quedaba en ella sin tener que hacer trabajos en el exterior. Esperaba encontrarlo allí cuando tomé la decisión de presentarme en ella. Con los nervios por bandera, acompañada por la lluvia y sin saber con lo que me iba a encontrar, llegué a las siete y media de la mañana a la tienda.

No sabía si esperar a que abriera o llamarlo de nuevo. Una vez más lo hice y su móvil seguía sin estar operativo. Toqué al timbre. Debería estar despierto, él o Owen, pero nadie daba señales de vida.

La única opción que me quedaba era la casa de su jefe, situada al lado, llamé varias veces esperando impaciente. No me iba a dar por vencida. Mientras esperé, observé la peluquería de Katia, pero también estaba cerrada. Por fin, escuché de fondo la voz de Evangeline y las tres vueltas que dio a la cerradura para abrirla.

—Hola, Alice. ¿Dónde vas tan pronto?

Con rapidez movió la mano para que accediera dentro. Cerró con las mismas tres vueltas que dio cuando abrió.

—Buenos dias, Evangeline. ¿Puedo pasar un momento a la jardinería?

—¡Claro!

A dos metros de la entrada se encontraba ubicada en el pasillo de la casa otra puerta. Evan tiró de la manivela y la abrió. Accionó un par de interruptores y algunas de las lámparas se encendieron. Mis ojos directamente se fueron hacía la planta de arriba.

—¿Tu abuelo dónde está?

—Fue a por un encargo hará cinco minutos. Me dijo que llegaría sobre las ocho. ¿Necesitas algo? Yo te lo puedo vender por si no quieres esperar.

Evangeline que llevaba un pijama igual de rojo que su pelo se sentó en un taburete frente a la mesa donde despachaban.

—Voy a subir un momento para ver a Roko —dije señalando hacia el techo.

Mi buen amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora